Más de 24 horas han pasado luego de que una explosión por acumulación de GLP (gas) afectara ventanales y mampostería de cerca de 60 casas localizadas en la calle Los Pinos, en la cdla. Kennedy, en el norte de Quito.

Ayer, los habitantes de la residencial zona continuaban con las tareas de limpieza de los escombros y con los arreglos de sus viviendas.

Pablo Baquero habla por celular y camina de un lado a otro, mientras con su mano derecha señala el pequeño lugar donde, asegura, se originó la deflagración, como le llaman las autoridades. Él es uno de los dueños del terreno donde funcionaba la tienda de abarrotes en la que habría habido la fuga de gas, y además es el copropietario del taller mecánico que fue arrasado por la onda expansiva.

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Baquero explicó que, hace un mes, su padre le alquiló ese cuarto a una pareja de provincianos, quienes le habrían indicado que colocarían una tienda. Los arrendatarios vivían en la parroquia Calderón y a diario llegaban a abrir el local.

Hasta el momento, los hermanos Baquero, Pablo y Jaime, han cuantificado que solo en herramientas del taller han perdido más de $ 150.000. Aún desconocen cuánto perderán en el derrocamiento de la mitad de su edificación.

Tampoco saben a cuánto ascenderá la reparación de ocho de los diez autos, que en la explosión se encontraban en el parqueadero del taller.

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Ayer, Natalia Cárdenas, viceministra del Ministerio Coordinador de Seguridad, recorrió varias casas afectadas y confirmó que las investigaciones apuntan a que la explosión fue por el acumulamiento del gas que escapaba de una hornilla en el interior de la pequeña tienda. Aparentemente la conexión automática de un aparato eléctrico habría sido el detonante.

Según la funcionaria, el Gobierno, a partir de un informe preliminar que posee, evaluará en qué medida puede ayudar a los afectados.

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La mañana del accidente, Juan Zapata, secretario de Seguridad del Municipio de Quito, dijo que la Municipalidad capitalina no puede aplicar el Fondo de Emergencia, debido a que el evento, que produjo las pérdidas, no es de tipo natural y además los afectados no están bajo la línea de pobreza.

Pablo Baquero asegura que ellos no son quienes provocaron este hecho fortuito. Lo que más le preocupa es que quienes arrendaron el local a su padre son de bajos recursos económicos y no podrán responder con el pago de los daños, como muchos de los vecinos quieren.

Trajano Guayaquil, uno de los afectados, contó que activó el seguro que tiene para cambiar los ventanales principales de su casa y del departamento que arrienda, ya que eso no podía esperar.

En unos casos, los arrendatarios dijeron a los inquilinos que deberán costear los gastos de los arreglos. En otros, los asumirán en partes iguales. 

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150 mil dólares solo en herramientas han perdido los dueños de un taller afectado por la explosión de gas del jueves. (I)