Le colocaron la prótesis luego de mostrarle un video de la utilidad de esa mano ortopédica. Arsenio Brito, naranjaleño de 35 años que perdió la mano izquierda hace seis meses, al operar una maquinaria, se emocionó al ver que con el dispositivo podía ayudarse a atar los cordones de sus zapatos.

“Eso es lo que yo quiero”, susurró sin querer interrumpir a Magry Ordóñez, servidor de la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG), quien le explicaba sobre el uso de la prótesis que recibió en donación junto con otros cuatro ciudadanos carentes de uno o dos antebrazos.

José Carreño, manabita de 44 años; Alexander Aguinda, nativo de Coca, de 25; y el esmeraldeño Luis Alberto Calderón, de 25, perdieron parte de las extremidades por descargas eléctricas. El guayaquileño Roberto Rodríguez, de 40, en cambio, nació sin una mano por un mal congénito.

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Recibieron las manos ortopédicas donadas por The Ellen Meadows Foundation, originaria de California (EE.UU.).

La JBG mantiene un vínculo con esa institución y en tres años ha entregado alrededor de cien dispositivos. Isabel Valdez, directora de Relaciones Exteriores, dijo que aún hay 25 prótesis que pudieran ser entregadas a personas necesitadas.

Los interesados pueden escribir a ivaldez@jbgye.org.ec o llenar una solicitud en la oficina de Vélez y Pedro Carbo.

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“Para qué me voy a quedar (deprimir), si la vida sigue”, reflexionó Arsenio, quien sostuvo que su esposa e hijos han sido su sostén anímico para no desvanecerse psicológicamente.

Contó que él sigue manejando su moto y que su patrono está pendiente de su estado.

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Alexander manifestó que sigue recibiendo un salario, pero supuestamente ese no es el caso de Luis Alberto, quien contó que enjuició a una contratista que instalaba cables de alta tensión en Tachina, Esmeraldas.

Él rifa camisetas de futbolistas en Bahía de Caráquez (Manabí) para sostenerse. Recién sorteó una de Barcelona, usada en la Noche Amarilla, aseguró. A través de un amigo busca conseguir una del Kitu Díaz, comentó. (I)

25 años tenía trabajando con cables, pero nada es seguro. Tuve diez días en coma. Mi señora es la que me ayuda a bañar, a comer; agradezco a Dios por la nueva oportunidad.José Walter Carreño,beneficiario