El pasado 26 de enero se conmemoraron 20 años de la guerra entre Ecuador y Perú, de 1995. José Ignacio Fiallo, coronel del Ejército ecuatoriano, revive su participación en el campo de batalla, en la que estuvo cerca de tres meses. Un día en la guerra, cuando intentó ayudar a un soldado que perdió la pierna por la presencia de minas, él también fue víctima de otra mina, y también perdió la pierna.

Al conmemorarse 20 años del conflicto del Cenepa, ¿qué experiencia le dejó haber estado en el frente de batalla?
La experiencia de la guerra la tomo como el cumplimiento de mi deber. Como miembro de Fuerzas Armadas cumplimos la tarea que el pueblo ecuatoriano nos dio, y como tal satisfecho, porque hoy disfrutamos de la paz, del desarrollo y consideramos que eso es lo más importante, antes que vivir en guerra.

¿Cómo le dijeron que iba a la guerra?
A finales de diciembre el país se declaró en emergencia y en todo el país hubo una movilización. En ese momento era alumno de la Escuela Politécnica del Ejército (ESPE) y nos convocaron. Nos explicaron que había iniciado el conflicto, que estábamos en una etapa de crisis, y que teníamos que ser reubicados en las diferentes unidades del país. Yo entré en el combate en las Fuerzas Especiales. Estuve a 500 metros del lugar denominado Soldado Pastor, y lo que nos dividía con los peruanos era el río Cenepa.

Publicidad

¿Cuál fue su reacción?
Estaba asustado, y sentía por mi hijo. La despedida de mi familia... No sabía si iba a regresar, y tenía miedo, pero una vez que estuvimos allá, ese miedo se fue terminando.

¿Su participación en este conflicto, dejó secuelas?
Los minutos, los días, eran eternos porque no pasaban y lo que uno esperaba era que se termine. Que terminen los combates, que termine la situación dolorosa de ver, cómo salían los heridos, los muertos. A mi patrulla le tocaba cumplir una emboscada y no permitir que patrullas peruanas crucen el río. Eso lo hacíamos nosotros periódicamente, y nos relevábamos. Cuando me tocó a mi, hicimos un relevo. Y en el momento en que reconocíamos el lugar, habían puesto minas, y un oficial cayó en una de ellas, no sabíamos si eran nuestras o del Perú. Cuando la pisó perdió su pierna, y él desesperado puso su fusil en la boca queriendo quitarse la vida. Después de un silencio, en el que no se escucharon disparos, y solo este soldado empezó a gritar desesperadamente; logré determinar dónde se encontraba y quería suicidarse. Fui y le quité el fusil y lo rescatamos con otros soldados. Y en el momento que salíamos otra mina se activó y esa mina me tocó a mí, y así perdí mi pierna.

¿Cómo lo superó?
Enfrentar una discapacidad es duro, luego de no haberla tenido. Pero la ayuda de mi esposa, de mi familia, de los médicos, pudimos ir saliendo y superando este trauma. Esto cambia la vida de una persona. Se cuestiona todo lo que significa la vida, pero las cosas tuvieron su espacio y en cada momento fuimos fortaleciéndonos.

Publicidad

Veinte años después, ¿qué siente al volver a contar esta historia?
Me emociona, me da tristeza, pero gratitud por estar vivo. El haber presenciado todo lo que le sucedió al Ecuador, como la unidad nacional que se logró; ser parte del fortalecimiento nacional, estoy contento, soy orgulloso de ser militar. (I)