El día de Navidad Pekín se levantó bajo una inmensa capa blanca, no de nieve sino de contaminación, que recubría las calles y desdibujaba los edificios, una espesa niebla contaminante de un riesgo 25 veces superior a los límites recomendados.

Una niebla con el agrio olor del carbón que reducía la visibilidad a mucho más de una centena de metros, sin que el ayuntamiento de Pekín haya decretado de nuevo una "alerta roja" (de nivel máximo) de contaminación atmosférica.

La concentración de partículas de 2,5 micras de diámetro (PM 2,5), especialmente peligrosas porque penetran profundamente en los pulmones, alcanzó el viernes los 620 microgramos por m3, según los informes de la embajada estadounidense.

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Es decir, muy por encima del umbral máximo de 25 microgramos recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para una exposición de 24 horas.

"¿Cómo iba a encontrar Papá Noel su chimenea en Pekín?" ironizaba un internauta en la plataforma de microblogs Weibo.

La circulación fue interrumpida en algunas carreteras periféricas y se cancelaron más de 500 vuelos nacionales e internacionales, según el aeropuerto principal.

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La oficina meteorológica municipal declaró para Navidad una alerta naranja --nivel que exige a las fábricas reducir sus emisiones contaminantes y que ordena a las escuelas suspender sus actividades en el exterior.

"Un día o dos al año podría resignarme. ¡Pero la ciudad se ve afectada todos los días! ¿Esta es la 'nueva normalidad'?", se quejaba un internauta, en referencia a un eslogan gubernamental.

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La contaminación se intensificó a causa de la enorme utilización de carbón para la producción de electricidad durante el invierno y por las emisiones nocivas de las regiones industriales que rodean Pekín.

El ayuntamiento pekinés decretó la "alerta roja" por contaminación por primera vez a principios de diciembre, antes de reiterarla la semana pasada. (I)