En el tablero político argentino, luego de un debate que por dos puntos casi equipara a la audiencia de la final del Mundial 2014 entre Argentina y Alemania, las tendencias de intención de voto se consolidaron. Mauricio Macri ganaría la partida.

De la alianza Cambiemos, Macri se reñirá hoy en la segunda vuelta o balotaje con Daniel Scioli, el peronista apoyado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el más votado en la jornada electoral del pasado 25 octubre (37,08% frente al 34,15% de Macri).

Abrazado a un ideario de derecha liberal, promercado y defensor del libre comercio, Macri, actual alcalde de Buenos Aires (su segunda vez en el cargo), a sus 56 años se define como “un hombre de buena fe que va a gobernar para todos” y sin ajustes radicales. En tanto que Scioli, candidato del Frente para la Victoria, para distanciarse del kirchnerismo duro sostiene en su último spot de campaña que con él será distinto: “Yo soy un hombre de diálogo como ya lo demostré en mi vida... moderado y pacífico pero decidido”.

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Ambos tienen trayectoria política. Scioli, de 58 años, también acumula un segundo periodo, solo que en la Gobernación de Buenos Aires, e incursionó en la política de la mano del neoliberal Carlos Menem (1989-1999). Y llegó a ser el vicepresidente número 33 de la mano de Néstor Kirchner (2003-2007), fundador del kirchnerismo, la corriente de centroizquierda del peronismo que se ha mantenido doce años en el poder.

Durante este tiempo, destacan analistas, se revitalizó el rol de la política en la sociedad, pero como ha ocurrido con otros movimientos populistas de la región, las políticas de inclusión y de asignación de subsidios no han alcanzado para erradicar una pobreza estructural.

Un ejemplo es el de Nora Rodríguez, de 47 años. Hace poco más de una década esperaba a que cayera la noche para ir a buscar comida en el mayor basurero de Buenos Aires. Ya no come de la basura. Sobrevive –dice– gracias a la cooperativa de reciclaje Bella Flor que se formó a la luz de los programas sociales de la era kirchnerista, pero con mirada desafiante lamenta que “todavía mucha gente va a la montaña (de basura)”. “Me indigna cuando dicen que en Argentina no hay más pobreza. ¿Dejas de ser pobre porque te alcanzan un bolsón de mercadería o un subsidio? Para mí, no”.

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Esas medidas fueron adaptadas por el kirchnerismo para rescatar a los millones de pobres que dejó la crisis financiera de fines de 2001 y comienzos de 2002. Una crisis (el corralito) que se desencadenó por la restricción al retiro de dinero de los bancos ante la falta de capital y que puso a hervir el clamor popular al grito de “que se vayan todos”. Una crisis que Macri aprovechó para gestar el partido Propuesta Republicana (PRO).

Fernando de la Rúa, sucesor de Carlos Menem –en cuyo segundo gobierno se inició la recesión más prolongada de la historia argentina y se multiplicó la deuda externa–, había renunciado y cinco presidentes le sucedieron en una semana. El país, que alberga a más de 40 millones de habitantes, sucumbía en revueltas populares y declaraba una moratoria de la deuda externa por $ 100.000 millones.

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En la eclosión de partidos, Macri, expresidente de Boca Juniors, cobijó a dirigentes, incluso peronistas y socialdemócratas, y armonizó sus visiones en una alianza que en 2005 ganó peso en las legislativas cuando el ahora candidato a presidente ganó una curul. Una década después, el PRO se convirtió en la coalición política Cambiemos.

Vía e-mail, el politólogo argentino máster en comunicación política Pablo Cabás dice que si bien Scioli se propone como continuador y heredero de la propuesta ideológica del kirchnerismo, también busca representar un cambio de forma con la conformación de una coalición más amplia de fuerzas políticas para integrar, por ejemplo, al peronismo tradicional.

El macrismo, agrega, más que una vuelta al neoliberalismo de los años noventa, “es la punta de lanza de un liberalismo remozado” que a nivel continental viene a poner en jaque al Mercosur, a la Unasur y a los gobiernos de izquierda de América Latina, región de la que Argentina es la tercera mayor economía.

Sin embargo, el Producto Interno Bruto (PIB) se ha incrementado de forma marginal en los últimos cuatro años y Macri se lo recriminó a Scioli en el debate del domingo pasado, el primero celebrado en la historia argentina entre dos postulantes.

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Al referirse a la actividad económica, Macri dijo que hace cuatro años que Argentina no crece. Verificando esa afirmación, el portal especializado Chequeado señalaba el domingo pasado que, en efecto, la economía argentina registró un crecimiento negativo en promedio durante los últimos años. “Pero, si se toma la variación anual, en el periodo 2012-2015 Argentina registró un aumento en al menos uno de esos cuatro años”, dice en su reporte.

Sin embargo, para el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) de Argentina, el PBI creció 1,65% en promedio en ese periodo. Pero la entidad ha sido cuestionada desde que el Gobierno la intervino en 2007.

Mientras la presidenta Cristina Fernández afirmaba en junio pasado en una cumbre internacional que en Argentina el índice de pobreza está por debajo del 5%, el Indec registraba el 25% en 2014. Al respecto, el consultor político argentino Gustavo Córdoba, en diálogo vía Skype, refiere que nadie conoce los índices de ponderación del Indec (la metodología) para medir la pobreza y otros indicadores sociales: “Tiene más que ver con una obra de arte que con una operación estadística”, asegura.

Pese a la falta de precisión de las estadísticas oficiales, Córdoba resalta que en la era Kirchner ha habido mejoras en términos de calidad de vida por tres factores: la restauración del poder del Estado como intermediario, un rol más fuerte de la política y la implementación de programas sociales de gran aceptación como la asignación universal por hijo, que consiste en el pago de 837 pesos (casi $ 87) por mes, por hijo, a padres desempleados, que trabajen en la informalidad o perciban ingresos iguales o inferiores al salario mínimo vital y móvil (6.060 pesos o $ 621).

Este tipo de medidas, destacan los analistas, podrían haber restado peso a los escándalos de corrupción de ‘la era K’ que, no obstante, sí generaron una creciente oposición a figuras públicas como el vicepresidente Amado Boudou.

“Creo que la economía argentina depende mucho más del papel del Estado. Esa sería para mí la gran incógnita de si el próximo presidente va a poder mantener un rol, digamos, redistribuidor de los ingresos”, dice Córdova. Un reto que Macri y Scioli deberán afrontar en caso de llegar a la Casa Rosada. (I)

Estadísticas
Inseguridad

Homicidios
Según el informe de la ONU ‘Seguridad ciudadana con rostro humano: diagnóstico y propuestas para América Latina 2013-2014’, Argentina tiene una de las tasas de homicidios más bajas de la región, con 5,8 muertes violentas por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, los datos son de 2008 porque no hay más actuales.

Cuestionamiento de cifras
El Gobierno asegura que no hay más inseguridad que la que había en 2001 o 2002, pero no se ha podido comprobar la evolución de este indicador ya que desde 2009 (dos años después de que el Gobierno intervino al organismo de cifras del país) no se publican estadísticas oficiales sobre criminalidad.