En Argentina ya se cuentan 12 años de kirchnerismo en el poder, pero en dos días se sabrá si esta corriente política continuará gobernando al país o si estará al mando una ideología totalmente opuesta.

Este domingo será el día clave para los argentinos, quienes en las urnas tendrán que decidirse por la continuidad o el cambio. Esas fueron las banderas de campaña de los candidatos Daniel Scioli, del partido oficialista Frente para la Victoria; y de Mauricio Macri, del movimiento de centro-derecha Cambiemos.

Scioli y Macri llegaron a estas instancias electorales tras más de un año de indecisiones, hermetismo, pujas e incluso alianzas para ser hoy los rostros de sus partidos y movimientos en cara a las elecciones.

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El 25 de octubre pasado, Scioli, que era hasta entonces favorito para la presidencia argentina, no logró el puntaje necesario para ganar en primera vuelta. Macri estuvo atrás de él por una diferencia de solo dos puntos, y ambos pasaron al primer ballotage de la historia en ese país. Hoy el panorama es distinto.

Según las encuestas, Macri es el favorito para suceder a Cristina Fernández de Kirchner. De ser así, con la asunción de Macri acabarían 12 años de kirchnerismo consecutivo, pues en 2003 asumió Néstor Kirchner y cuatro años más tarde dejó la presidencia a su esposa, la actual mandataria, quien estará al frente del país hasta el 10 de diciembre próximo.

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Pero, ¿quiénes son hoy estos íconos de la "continuidad" y del "cambio"? A continuación vea un perfil de cada uno de estos candidatos, incluidas sus propuestas.

El empresario renovador que quiere acabar con el peronismo

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La ríspida relación de Mauricio Macri con su padre, un magnate que durante gran parte de su vida criticó sus proyectos, lo empujó a renunciar a un futuro asegurado en las empresas de la familia y a apostar a una carrera pública que lo ha dejado a un paso de convertirse en el nuevo presidente de Argentina.

"Él me boicoteaba", dijo recientemente Macri, de 56 años, en una entrevista con un canal de TV, confesando que el maltrato de su padre, un inmigrante italiano que construyó un imperio de negocios, lo preparó para soportar las presiones políticas.

Quizá para probarle a su padre que podía valerse por sí mismo, quizá para probárselo a sí mismo, Macri tomó en 1995 las riendas del popular club de fútbol Boca Juniors, en el que logró muchos éxitos deportivos durante su profesional administración de más de 12 años.

"Él creyó muchísimo cuando en Boca empezó a ver que podía llevar alegrías y mejorar la vida de la gente. Eso fue como el germen que después se convirtió en este proyecto", dijo José Torello, un amigo de la infancia de Macri que lo acompaña en su vida política y que lo describe como "tímido y perseverante".

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Su gestión en el club incrementó su fama en un país que vive pendiente del fútbol, y fue el trampolín que lo llevó a la política. Con un ímpetu renovador y un discurso llano fundó en el 2003 su propio partido y años después ganó la alcaldía de la capital argentina, Buenos Aires, que gobernó por dos periodos consecutivos.

Macri no tenía nada de esto en mente cuando en 1991, a los 32 años, sufrió una dramática experiencia: fue golpeado y secuestrado por una banda que lo tuvo en cautiverio durante dos semanas, hasta que su padre, Franco, pagó un millonario rescate.

"Desde que fui liberado empecé a vivir de una manera muy distinta (...) Quedé más libre que nunca para hacer cualquier cosa", señaló en su sitio web.

Macri, que se casó tres veces y es padre de cuatro hijos, ha sido criticado por sus dificultades para "conectar" con muchos votantes que lo ven como un empresario frío que solo beneficiará a la clase alta. Incluso por su propio padre.

"Mauricio tiene la mente de un presidente, pero no el corazón. Es una vocación. Ser presidente de un país es renunciar a su propia vida, y eso es algo que nunca le pediría a un hijo", dijo hace dos años su padre Franco, que tiempo después recompuso la relación con su hijo.

Aunque sus detractores aducen que Macri no ha realizado obras importantes en la ciudad y ha menospreciado la educación y la salud pública -dos símbolos del desarrollo argentino-, sus votantes reconocen las mejoras que logró en el tránsito y en los espacios públicos y su lucha contra la corrupción.

Citando las propuestas neoliberales de algunos de sus asesores, el oficialismo asegura que Macri dejará desprotegida a la industria local y hará un ajuste fiscal que dejará a muchos en la pobreza, algo similar a lo sucedido durante la década de 1990.

Si logra la presidencia, deberá impulsar una economía estancada por la escasez de divisas y por la alta inflación y, a la vez, enfrentar la dura oposición de un Congreso dividido y de los poderosos sindicatos peronistas.

El estoico peronista que busca la continuidad

Muchos pensaron que la carrera política de Daniel Scioli estaba terminada en el 2003.

A poco de asumir como vicepresidente de Néstor Kirchner, el entonces mandatario de Argentina le recortó todos sus poderes tras una pelea. Pero Scioli siguió en el cargo y soportó embates de un peronismo oficialista que no lo quería por su cercanía al mundo empresarial, aunque lo necesitaba por su popularidad.

Desde el 2007, Cristina Fernández llegó a ignorarlo, criticarlo y desdeñarlo públicamente, pero eso no desairó al persistente Scioli, que ya como gobernador estaba convencido de que su único camino a la presidencia era dentro de la centroizquierda oficialista.

Sin herederos a la vista, Fernández se vio obligada a respaldar a Scioli, el único candidato capaz de asegurar el triunfo del Frente para la Victoria. Scioli, de 58 años, solo tuvo que apelar a su conocida paciencia y tenacidad.

"Toda su vida fue una forma de prepararlo para asumir la responsabilidad de conducir un país", dijo Karina Rabolini, la pareja de Scioli desde hace 30 años y quien se convirtió en un arma estratégica de la campaña.

La declaración no es azarosa: Scioli, un excorredor de motonáutica, sufrió en 1989 un atroz accidente sobre su lancha que le costó el brazo derecho. Después de recuperarse, volvió a competir y se consagró de nuevo campeón mundial.

"Las cosas que le han pasado en la vida lo hicieron muy fuerte para enfrentar semejantes desafíos", añadió la exmodelo Rabolini. 

Nacido en una familia de empresarios propietaria de una cadena de electrodomésticos, Scioli trabajó en la década de 1990 como ejecutivo de Electrolux y recién en octubre pasado le dieron su título universitario como Licenciado en Comercialización.

Scioli llegó a la política en la década de 1990 de la mano del peronista neoliberal Carlos Menem, muy criticado por el matrimonio Kirchner.

Después de ser diputado y vicepresidente, entre otros cargos, gobernó en los últimos ocho años la provincia de Buenos Aires, la más importante del país.

Cuando le consultan sobre su tenacidad, Scioli destaca que la ha adoptado del mundo del deporte, que tanto ama. "Es un carácter que yo me forjé en la adversidad", dijo recientemente en un programa de televisión.

Fanático del fútbol, construyó en la casa de campo que tiene en los suburbios de Buenos Aires una cancha de salón que está rodeada de estatuas de líderes mundiales como Mahatma Gandhi, Bill Clinton, Lula Da Silva, el Che Guevara y Juan Domingo Perón, el expresidente que heredó al país la corriente política del peronismo.

Pero su relación con la presidenta no es que ha sido la mejor. Miembros del kirchnerismo consideran a Scioli un liberal que podría revisar algunas políticas del Gobierno, pese a que el candidato defiende ante los micrófonos medidas emblemáticas de Fernández como la estatización de la petrolera YPF o los subsidios sociales. La oposición, por otro lado, acusó a Scioli de ser un títere de Fernández. (I)