La posible admisión el lunes de Kosovo como miembro de la Unesco desencadenó una disputa con Serbia por la gestión de un monasterio ortodoxo en esa república, que se proclamó independiente en 2008.

Kosovo ha sido reconocido por más de cien países, pero no forma parte de la ONU. Esperando su pleno reconocimiento internacional, pidió ingresar en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que el lunes se pronunciará por un voto de sus 195 miembros en su sede de París.

En caso de respuesta positiva, la joven república, mayoritariamente de etnia albanesa, quedará oficialmente a cargo de la administración de los lugares de culto de la iglesia cristiana ortodoxa, considerados cunas de la cultura serbia.

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Esa perspectiva exaspera a las autoridades de Belgrado, que siguen considerando Kosovo como una provincia, así como a dignatarios religiosos y a muchos fieles.

Belgrado recuerda los saqueos y destrozos de la guerra de independencia (1998-99) y advierte que esos lugares correrían "serios peligros" si pasaran de las autoridades kosovares.

"Estamos muy preocupados por nuestro patrimonio cultural e histórico", declaró el miércoles en la tribuna de la Unesco el ministro serbio de Relaciones Exteriores, Ivica Dacic.

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Compromiso

Y el patriarca serbio Irinej llamó a "defender por medios pacíficos o por la fuerza" el patrimonio de su iglesia, en caso de que la Unesco le abra las puertas a Kosovo.

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El gobierno kosovar se comprometió a brindar protección a todos los lugares históricos ortodoxos.

"La candidatura de Kosovo a la Unesco se presentó engañosamente en Serbia como una tentativa [del gobierno de Pristina] de apoderarse del patrimonio cultural serbio", dijo a la AFP el ministro kosovar de Integración Europea, Bekim Collaku.

En el monasterio de Gracanica, uno de los cuatro lugares de culto ortodoxos de Kosovo clasificados como patrimonio mundial de la Unesco, a unos 10 km de Pristina, los fieles no dan mucho crédito a las promesas del gobierno.

"¡Este monasterio es nuestro y no le pertenece a nadie más! ¿Cómo pueden decir ahora que los albaneses van a hacerse cargo?", afirma Marija Krstic, una feligresa de 62 años. (I)

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