El estadounidense Charles Warner, condenado por violación y asesinato, fue ejecutado el pasado 15 de enero en Oklahoma, Estados Unidos, con sustancias no previstas en la fórmula de la inyección letal que le provocaron 18 minutos de intensos sufrimientos, de acuerdo con documentos analizados por AFP este jueves.

Según el informe de la autopsia, al hombre de 47 años le fue suministrada una inyección letal compuesta por acetato de potasio, en vez del cloruro de potasio previsto en la fórmula establecida por la legislación vigente.

"¡Mi cuerpo quema!", fueron las últimas palabras de Warner, y de acuerdo con un estudio de la entidad Public Library of Science Journal, ciertos derivados del potasio generan una sensación de quemadura.

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La revelación sobre el error en la composición de la inyección se conoce poco días después de que los servicios penitenciarios de Oklahoma se vieron ante la necesidad de enfrentar públicamente el problema.

La ejecución de Richard Glossip fue suspendida 'in extremis' el 30 de septiembre, precisamente ante las crecientes dudas sobre el uso del acetato de potasio.

Dos días más tarde, la más alta corte penal de Oklahoma decidió suspender indefinidamente tres ejecuciones previstas este año, hasta que el asunto sea resuelto.

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En 2014, la ejecución de un condenado en Oklahoma se convirtió en una verdadera película de terror a causa de los errores con la composición de la inyección letal, y el hombre pereció después de agonizar durante más de 40 minutos ante la mirada horrorizada de los testigos.

En tanto, los abogados de Glossip esperan poder obtener una victoria judicial al ver arrinconadas a las autoridades penitenciarias. "No podemos tener confianza en las autoridades de Oklahoma", dijo Dale Baich, uno de los abogados.

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Las recientes confusiones "ponen de relieve cuestionamientos graves sobre la capacidad de las autoridades penitenciarias de Oklahoma de proceder con estas ejecuciones", añadió.

El escándalo se inscribe en la enorme controversia sobre las inyecciones letales. Las prisiones estadounidenses enfrentan escasez de las drogas letales, ya que los laboratorios que las producen -en su mayoría europeos- se niegan a abastecerlos para fines de ejecución. (I)