Las esperanzas de encontrar sobrevivientes bajo el alud que dejó 96 personas muertas se desvanecían este domingo, mientras el hedor de cadáveres en descomposición se esparcía por el enorme montículo de lodo y tierra.

Los socorristas informaron que las viviendas sepultadas hasta las que pudieron llegar estaban inundadas, lo que dejaba entender que las personas atrapadas en el interior habrían muerto ahogadas.

Los socorristas recuperaron este domingo más de 12 cadáveres de entre el montículo que formó el deslave. El lodo y la tierra cubrieron 1,7 hectáreas y en algunos lugares la capa alcanzaba hasta 15 metros.

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Aún faltaban 59 cuerpos por identificar (foto), algunos de los cuales fueron encontrados en partes, dijo Julio Sánchez, portavoz de los bomberos voluntarios de Guatemala.

La lista de muertos ya identificados incluía por lo menos 26 niños y adolescentes.

Los socorristas decidieron mantener a los trabajadores individuales de emergencia, parientes y reporteros alejados del lugar.

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En lugar de continuar cavando a mano y tratar de escuchar algún sonido que indicara que había algún sobreviviente, los socorristas tenían previsto utilizar retroexcavadoras y topadoras para agilizar la búsqueda de cadáveres.

"Las personas que pudieran estar con vida están ahogadas", dijo el coordinador de servicios Sergio Cabañas, quien explicó que se enviará personal de rescate cuando una retroexcavadora arroje un cuerpo. "Lo vamos a hacer 90% con maquinaria".

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Las autoridades dijeron que unas 300 personas estarían desaparecidas; sin embargo, dejaron abierta la posibilidad de que muchas de ellas hayan huido y se hayan alojado con parientes sin comunicarse con las autoridades, o que quizá no estuvieron en el interior de las 125 casas destruidas cuando ocurrió el deslave.

Fue una noticia desalentadora para quienes tenían la esperanza de encontrar con vida a familiares que quedaron sepultados bajo el lodo y la tierra a causa del desastre que tuvo lugar el jueves en la noche y que abarcó gran parte del barrio de Cambray, en Santa Catarina Pinula, una comunidad de clase media de empleados de gobierno, comerciantes, taxistas y preparadores de comida.

Con el paso del tiempo, hay menor esperanza de encontrar sobrevivientes. "Solo un milagro puede salvarlos", dijo la rescatista Inés de León.

El panorama tras la tragedia 

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Después de que identificaran a sus muertos en una morgue improvisada, las familias se preparaban para enterrarlos en el atestado cementerio local.

Los trabajadores de la ciudad preparaban rápidamente nichos en una gran pared para los muertos. En el lugar decenas de huecos cuadrados estaban listos para los ataúdes.

Cuando menos 16 féretros fueron introducidos el domingo en los nichos. Los nombres de las víctimas estaban grabados en el cemento fresco que se utilizó para taparlos.

Filas de familias que transportaban féretros —algunos con restos de niños— atestaban los estrechos trayectos del cementerio para llegar hasta el muro donde están las criptas.

Durante la tarde, numerosas familias recorrían los mismos caminos angostos con pasto entre mausoleos para sepultar a sus muertos.

Algunas personas cantaban y oraban, muchas lloraban y repetían la misma frase ante tan abrumadora tragedia: "No hay palabras". (I)