A finales de agosto pasado, Alemania tuvo dos rostros para los refugiados que llegaron a su país. El primero, el de cientos de alemanes que con aplausos y regalos recibían a decenas de sirios y afganos que pisaban suelo teutón; y, el segundo, el de grupos extremistas de derecha que protestaban en la calle porque su país brindaba asilo a ciudadanos de Oriente Medio.

Un fragmento de las diferencias que se extrapolan a los miembros de la Unión Europea (UE) en materia migratoria frente a la crisis humanitaria, que deja una movilización inesperada de ciudadanos de países de Oriente Medio y África del Norte que huyen de la guerra y la violencia imperante en sus territorios.

Mientras, Alemania, país que ha anunciado tiene la capacidad inmediata de asilar a 800.000 refugiados, y Francia impulsan un “sistema de cuotas” para asumir igualitariamente y de manera voluntaria entre los 28 países miembros de la UE el acogimiento de 40.000 refugiados que están en Italia y Grecia; Polonia, República Checa, Reino Unido y Hungría lo rechazan. Este último país, incluso, construyó una valla de 175 km de largo y 4 m de alto en su frontera con Serbia para frenar a las llegadas.

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La propuesta franco-alemana es hacer el reparto de los refugiados con base en cuatro criterios: el Producto Interior Bruto (40%), la población (40%), la tasa de desempleo (10%) y el esfuerzo previo de acogida realizado por el país. Así, a Alemania le correspondería el mayor porcentaje (21,91%), seguido de Francia (16,88%).

Los reparos, desde la situación económica y social de cada nación, son las primeras respuestas al planteamiento que será debatido, junto a reformas impostergables en materia migratoria para el bloque europeo, en una reunión urgente de ministros del Interior en Bruselas, el próximo 14 de septiembre.

El analista en temas internacionales Carlos Estarellas afirma que lo compacto del bloque europeo no estará en riesgo, mientras los países encuentren soluciones conjuntas a esta crisis humanitaria que no termina, dice, con el reconocimiento legal del refugio, sino con la incorporación de estos nuevos ciudadanos dentro de la sociedad europea.

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Por el momento, existen países dentro de la UE que parecen actuar de forma individual, más que en conjunto.

El afgano Ahmad Shehabi, refugiado en Alemania, refería, a inicios de septiembre pasado a la cadena de televisión alemana DW, que las condiciones económicas de países como Grecia o Hungría no brindan seguridad para pedir asilo como lo define el reglamento de Dublín, el marco jurídico que regula la figura en la UE. A Shehabi le tomó tres meses de viaje el huir del conflicto armado que se vive en Afganistán.

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El reglamento de Dublín habla de que la persona en condición de refugio que llegue a territorio de la UE pedirá asilo en el primer país de arribo, el cual se encargará de normar su situación legal y resguardarlo.

Esta normativa, dice Shehabi, no es cumplida ni por los refugiados, ni por las autoridades de países como Grecia o Hungría, que por su mala situación económica tratan de no registrar todos los ingresos y así evitar la responsabilidad.

Todos los países de la eurozona son signatarios de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967, así como de otros instrumentos internacionales sobre materia migratoria.

También la región posee instrumentos propios como la Política Europea de Vecindad (PEV), que rige las relaciones con 16 de sus vecinos del sur y del este, la cooperación económica de desarrollo y operaciones de apoyo en zonas de conflicto vecinas. (I)

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