La reconocida soprano Beatriz Parra Durango dirige en Urdesa el conservatorio María Callas, donde transmite su experiencia a las nuevas generaciones. Sus nietos, Enrique Antonio Silva y Sebastián Alejandro Medrano, descendientes de su hija Beatriz Gil Parra (también soprano), son instructores. El uno de piano, el otro del coro.

La relación laboral y afectiva se fusiona en el espacio artístico adecuado en casa de Beatriz abuela. Ella asegura que hasta ahora no ha peleado con sus nietos, pese a que en ocasiones han trastocado el trabajo por llegar tarde a los ensayos. Simplemente se derrite por ellos, admite.

“Con mi hija es ¡no, hijita, esto hay que corregir! Con ellos, ‘oiga, mi amor, ¿qué le pasó?’, siempre suave”, dice Beatriz. Los aludidos corroboran.

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Es, al parecer, la reacción natural de los abuelos, cuyo día festivo en el país se conmemoró el domingo pasado.

La soprano, con casi 50 años de trayectoria artística y que ha expuesto su talento en Colombia, Rusia, entre otros países, comenta que disfruta de acostarse en un colchón con su hija y nietos mientras ven una película. O de viajar con ellos dentro y fuera del país. “Puedo decir que mis nietos conmigo son muy especiales. Si yo pido un favor, ellos tratan de servirme”, dice mirándolos amorosa.

Beatriz recuerda que volvía rápido a casa para ver a un Enrique bebé luego de cantar en la ópera La viuda alegre. Asegura que bailaba con él, como lo haría en el escenario. “Él era mi Conde Danilo (protagonista de esa obra musical), me daba la manito para que yo lo cogiera”, evoca la abuela.

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“Me considero muy feliz, era cantante en la ópera y toda la compañía me felicitó porque anuncié el nacimiento de Enrique. Cuando nació el segundo no estaba en la ópera internacional. Pero se los dije a todas mis amistades”, expresa.

Entre los hermanos hay diez años de diferencia. El mayor reserva su edad y el otro, lo secunda. “Mamá me dice: ¡Llama a tu abuela! por alguna cosa que hicimos, y cuando ella contesta es ‘hola, mi amor, mijito’. Luego mi mamá pregunta qué me dijo la abuela, yo contesto ‘nada’”, dice Enrique, riendo.

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En 2012, el grupo estuvo en París. Una foto de Beatriz y los suyos con la torre Eiffel de fondo es la prueba. Es un destino al que la abuela añora volver antes de que le falten las fuerzas. Eso, y compartir el escenario con sus nietos. “Aún no hemos cantado ante el público; preparamos un concierto, pequeño, porque ya escojo más mi repertorio: qué es lo que yo quiero, qué es lo que yo puedo, yo soy muy consciente de lo que puedo y lo que no puedo como lógicamente tiene que ser”, reflexiona la abuela. (I)

Cuando nace el nieto es una emoción enorme, es una alegría, como si te dieran un juguete nuevo, algo que no podría describirlo. Ahí no tienes la tensión de madre, eres abuela, pero la abuela cuida a la hija y a los cachorros.Beatriz Parra, abuela