Lubia Sócola Cruz aún recuerda la angustia que vivió cuando su esposo Danubio Quimí la llamó por teléfono para hacerle saber que en ese instante él y dos personas más que lo acompañaban estaban siendo asaltado por un grupo de delincuentes encapuchados.

El hecho ocurrió el pasado jueves 20 de agosto, a solo diez minutos de haber salido de la isla Puná, con la pesca del día, cuenta Lubia, quien no puede contener las lágrimas al comentar que en menos de dos meses los llamados piratas del mar los han atracado tres veces.

Del último robo relata que escuchó cómo los delincuentes amedrentaban a su esposo, por lo que enseguida se comunicó con otros pescadores y marinos del retén naval de la isla. “Los asaltantes le decían: ‘dame la plata, dame la plata’, y mi esposo le respondía: ‘qué plata, si yo no tengo plata’”.

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Atracos como estos son constantes, dice Francisco Barreto, pescador y exdirigente de uno de las cinco gremios que hay en Puná. “Las autoridades tienen conocimiento de lo que está pasando, pero no hay una coordinación para darle una solución a este problema...”.

A diferencia del último robo que sufrió Quimí, los sufridos por otros pescadores se han registrado en una zona entre los sitios Puerto Roma y Punto de Piedra (aquí existe un retén naval, pero sin lancha), donde no hay señal de celular.

EL UNIVERSO, en un recorrido desde el muelle de la Caraguay hasta Puná, constató que quince minutos después de partir y el mismo tiempo antes de llegar, los teléfonos estaban sin señal. Los pescadores piden que las autoridades navales incrementen los patrullajes, pero reconocen que, incluso, entre ellos hace falta coordinación.

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Por ello, Ernesto Orozco, suboficial de la Armada, del retén naval de Puná, convocará a una reunión para establecer estrategias. Una de ellas sería definir horarios de salida de embarcaciones, en grupo, con una lancha guardacostas de escolta.

Hay quienes presumen que en Puná hay personas que informan a los delincuentes de las salidas de los pescadores y los horarios de patrullajes de los marinos, por lo que pidieron la intervención de Inteligencia Policial y Naval.

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Lubia Sócola solo espera recuperarse económicamente y seguir trabajando, pues la pesca es el único sustento de su familia. “No podemos hacer nada más, gracias a Dios a mi esposo no lo mataron. Ese día lo dejaron botado en un estero y la embarcación apareció en la isla Trinitaria de Guayaquil, sin la pesca y sin motor”. (I)