Los países de la UE, confrontados a la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial, recurren a medidas desesperadas en un intento de frenar la avalancha de migrantes sin que por el momento se vislumbre una solución.

La situación se ha agudizado en lo que va del verano europeo, a medida que además de la ruta del Mediterráneo muchos migrantes buscan llegar a países de la Unión Europea a través de los Balcanes. Los continuos intentos de los desplazados de cruzar el túnel submarino entre Francia y Reino Unido también han contribuido a la crisis.

Pese a los recientes esfuerzos de Alemania, el establecimiento de cuotas para repartir a los migrantes que llegan a la UE ha topado con la falta de unidad entre los diferentes gobiernos, inquietos a la vez por el auge de movimientos xenófobos.

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En este contexto, las medidas para evitar el éxodo desde Oriente Medio y el Norte de África no han fructificado, debido a que la inestabilidad en la zona hace que Bruselas no tenga un interlocutor con quien coordinar sus operaciones.

Sin una solución a la vista, los países europeos acuden ahora a medidas desesperadas para intentar frenar los flujos de migrantes, como la construcción de la valla con la que Hungría busca blindar su frontera con Serbia.

Despalazados

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Tanto las autoridades como los expertos consideran que los Estados de la UE tiene que actuar rápido, antes de que la situación se vuelva incontrolable, sin que se vislumbre un cese de la violencia y de la guerra que hace que los migrantes huyan de sus países de origen.

"Necesitamos hacer algo, y es mejor hacer algo cuando todavía se tiene control de la situación", afirmó a la AFP un funcionario europeo.

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Para este diplomático, los países tienen que trabajar en varias líneas al mismo tiempo: cómo dividir entre los diferentes países la recepción de los migrantes, el control de las fronteras externas y la mejora de la cooperación con los países de tránsito de los desplazados.

Los líderes europeos fueron instados a la acción en abril, luego del naufragio de un barco y la muerte de 700 migrantes. Sin embargo, las discusiones sobre el establecimiento de cuotas para distribuir a los desplazados que llegan a Europa y aliviar la presión que reciben Italia y Grecia, se estancaron.

La masiva llegada de migrantes, que pese a que han sido reprimidos con gases lacrimógenos en Macedonia y en Hungría, ha alcanzado cotas máximas de cerca de 2.100 personas cada día, imprimiendo a la tarea un carácter urgente.

Berlín ha destacado por su rol activo frente a la crisis, en un momento en el que el gobierno anunció que espera acoger a cerca de 800.000 refugiados en 2015, que representan a más de la mitad de los desplazados que albergará en conjunto la UE.

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Xenofobia

Sin embargo, en otros países la situación es diferente. El problema es que tanto Reino Unido, Suecia y Francia, enfrentan la hostilidad de los partidos de ultra derecha contrarios a la inmigración.

En Alemania, Merkel ha debido enfrentar actos de violencia y protestas contra los migrantes.

Este mes, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, advirtió en una entrevista a la AFP que los gobiernos tienen el deber de no dejarse cegar por el populismo.

Este llamado fue replicado por el relator especial de Naciones Unidas para los derechos de los migrantes, François Crepeau, quien urgió el martes a los líderes europeos a evitar utilizar términos negativos, después de que en julio el primer ministro británico fuera criticado por usar la palabra "enjambre" para referirse a los migrantes.

"La construcción de cercas, la utilización de gases lacrimógenos y otras formas de violencia contra los migrantes y las personas que piden asilo, la denegación de servicios básicos como el acceso a la comida y al agua y la utilización de un lenguaje amenazador y denigrante, no evita que los inmigrantes intenten llegar a Europa", afirmó. (I)