Son 166 kilómetros de aguas marinas que separan a Florida, en EE.UU., de La Habana, en Cuba, un poco más de la distancia en carretera entre Guayaquil y Salinas (130). Pero este estrecho de mar ha sido también una frontera ideológica entre la primera potencia mundial capitalista y la isla socialista en las últimas seis décadas.

Una especie de muro que los cubanos siguen atravesando en balsas, como los 36 repatriados de EE.UU. el 7 de agosto último, los que se suman a los 3.408 que han intentado cruzar a Florida desde octubre pasado, según la Guardia estadounidense.

Una muralla que los cubanos esperan que empiece a desvanecerse con la reapertura de las relaciones diplomáticas que se selló este viernes con la visita del secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, a La Habana, para reabrir la embajada. Esto luego del anuncio de diciembre pasado de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro de retomar las relaciones entre EE.UU. y Cuba congeladas desde 1961, dos años después de que la denominada ‘revolución cubana’ de Fidel Castro impusiera el socialismo en la isla caribeña.

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Los otrora enemigos de la llamada Guerra Fría ahora generan expectativa entre los cubanos y los inversionistas de EE.UU., Alemania y China.

El escritor cubano Leonardo Padura, premio Princesa de Asturias 2015, interpreta el momento actual en un artículo publicado en bbcmundo.com: “La belleza simbólica de unas banderas que vuelven a ondear 54 años después de haber sido arriadas no implica aún normalidad (ni siquiera comercial, afectada por la todavía activa Ley de Embargo) y mucho menos consecuencias sociales visibles”, dice.

En algunos como Eddy, una trabajadora independiente cubana que tiene familiares en EE.UU., hay esperanza: “Tengo la ilusión de que se acabe ya la historia de las dos orillas”.

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Del otro lado, en EE.UU., los inversionistas hablan de oportunidades: “Es un mercado completamente virgen”, dice Seth Kaplowitz, analista en temas de finanzas de la Universidad Estatal de San Diego, en referencia a una Cuba que requiere inversiones en infraestructura básica y que ya tenía “marcados rezagos tecnológicos e insuficiente desarrollo industrial” a fines de 1950, según la publicación de la Cepal La economía de Cuba, de diciembre de 1998.

Aunque también se ciernen críticas por la situación de derechos humanos y la falta de libertades en Cuba. “Es un abandono de una política que le exigía primero derechos humanos al régimen (castrista) antes de entrar en ninguna concesión”, dice Rey Anthony, representante de la Fundación Cuba Libre con sede en Miami (Florida).

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Silvia Pedraza, profesora cubana de Sociología en la Universidad de Michigan, ve de forma positiva la apertura de las embajadas: “Sé que hay parte de la comunidad cubanoamericana en EE.UU. que no lo ve así..., pero creo que cuando cesen las hostilidades y el embargo, el Gobierno cubano no tendrá ya la disculpa de que las cosas no funcionan por el embargo y tendrá que rendir cuentas”, dice.

El embargo económico impuesto por EE.UU. en 1962 requiere de la aprobación del congreso estadounidense para que sea revocado. Este implica restricciones en las relaciones comerciales entre ambos países.

Se trata de un bloqueo económico que ha obligado a la isla a buscar en sus relaciones internacionales su supervivencia. Los acuerdos con los países del bloque socialista, principalmente con la antigua Unión Soviética, permitieron a Cuba, en el periodo 1959-1989, una cierta estabilidad con mercados seguros para sus exportaciones, como el azúcar (principal producto).

La crisis llegó con la caída del muro de Berlín (1989) y la desintegración de la Unión Soviética a partir de 1991. El Producto Interno Bruto cubano se contrajo un 35% entre 1989 y 1993.

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La publicación Cuba, Estados Unidos y América Latina frente a los desafíos hemisféricos, de diciembre del 2011, indica que el aislamiento impuesto por el embargo fue sustituido en la década del 2000 por un nuevo entramado de relaciones en el ámbito regional (Venezuela) y global.

Pese a que el Estado ha continuado teniendo un papel clave en la economía, a partir de la crisis de inicios de los noventa se observa que la política económica “ha cedido gradualmente el paso a controles de orden indirecto, sobre todo a escala macroeconómica”, según la Cepal.

Es lo que analistas conocen como una ‘segunda economía’, que ha implicado la formación de empresas de capital mixto o pequeños negocios independientes como en el que trabaja Rebeca Burgos, de 57 años. Ella espera más cambios concretos con la reanudación de las relaciones: “Hoy la verdad es que no veo nada fuera de lo normal de todos los días”, dice.

Burgos es parte de los 476 mil cubanos que se empleaban en negocios privados a fines del 2014, según el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social del régimen castrista.

Aunque hay una mayor apertura al sector privado, el 77 % de la fuerza laboral cubana, calculada en unos 5,1 millones de personas, está empleada por el Estado frente a un 23 % que trabaja en actividades privadas, según datos del Gobierno cubano actualizados al 2013.

La llegada al poder de Raúl Castro en 2008, por problemas de salud de su hermano Fidel, implicó nuevas reformas a partir de ese año, pero los cubanos aún enfrentan limitaciones en la propiedad privada, la mayoría de empresas siguen siendo estatales y pese a que hoy pueden acceder a internet en hoteles y restaurantes, por ejemplo, aún hay filtros para ciertas páginas.

La esperanza se posa en el sector turismo. Una comisión del Senado de Estados Unidos votó, en julio pasado, a favor de terminar con una prohibición de décadas a los estadounidenses de viajar a Cuba. Incluso, la primera empresa mundial de cruceros, la estadounidense Carnival, espera comenzar a enviar barcos a la isla desde mayo de 2016 tras recibir autorización de Washington. Ahora aguardan la autorización del régimen castrista. La firma venderá paquetes de $ 2.292 por persona con estadía de una semana. (I)

4,7 % creció el PIB en Cuba durante el primer semestre de este año, según el Ministerio de Economía y Planificación de este país.