Sánduches de chancho, sabrosura en la calle Bolivia
Un quiosco ubicado en la calle Bolivia entre Los Ríos y Esmeraldas fomentó el crecimiento comercial de la zona y la aparición de locales especializados en la venta de carne de cerdo.

Gustavo Peralta Peralta, oriundo de Cuenca, es el dueño de El Sabrosón, que vende desde hace 37 años sánduches de chancho y que en la actualidad posee seis locales y un quiosco, donde ofrece su producto.

“Yo me dediqué a lo que me pidieron los clientes para luego ponerme mi primer local, después abrí el que tengo más adelante”, señala Peralta, quien comenzó vendiendo cigarrillos, tostadas y colas en la esquina de esta cuadra del centro sur.

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Su anterior trabajo como cocinero le sirvió en alguna ocasión para ver cómo se preparaban los sánduches. Esa fue la base para que les gustara a sus clientes, la primera vez que hizo unas 25 unidades, relata.

La fama de su particular forma de preparar los sánduches, que vienen con una generosa porción de carne de chancho, cuerito y salsa de cebolla, se extendió más allá de la cuadra. Es así que abrió un nuevo local en Bolivia entre Los Ríos y Tulcán, Bolivia y Esmeraldas, CityMall y Mall El Fortín.

Luego de trece años de inaugurar su primer establecimiento, agregó a su oferta sánduches de pavo. “Lo importante de tener un nuevo producto es lograr que tenga la misma acogida que el tradicional”, dice.

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El negocio situado en Bolivia y Esmeraldas, explica Peralta, tiene la mayor venta del producto. Aquí funciona hace cuatro años la Parrillada El Sabrosón, que ofrece arroz con menestra y carne, pollo asado, pavo, jamón, chuleta y sus tradicionales sánduches.

La parrillada completa, que incluye dos porciones de chorizo, pollo, carne, chuleta y papa, tiene un costo de $ 16.

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“Estoy muy emocionado de saber que he sido elegido para el concurso de las huecas, sabiendo también que este es uno de los locales de comida más antiguos y que los chefs del festival han tomado en cuenta la trayectoria”, expone. (I)

Asados con toque de una manabita en el Guasmo
Hace quince años, un pollo entero, media libra de fréjol y dos libras de arroz dieron paso a un incipiente negocio informal de alitas asadas. Así lo relata la portovejense Ruth Albia, quien encontró en esta actividad un sustento para sus tres hijas.

El fogón, relata, lo obtuvo como premio a sus ventas de productos cosméticos, ocupación que desempeñaba antes. “A veces se vendía, a veces no se vendía, pero ahí estaba todos los días, salía”, sostiene.

Sus vecinos en el Guasmo central, indica Albia, fueron sus primeros comensales. Entonces, las alitas asadas y el arroz con menestra fueron su fuerte. La clientela creció y el menú varió. Así en el fogón se sumaron chorizos cuencanos, carne de res, costillas, chuletas, hígados y morcillas.

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“Mi comida tiene mucho amor, yo les cocino a mis clientes como lo hago para mis hijas, como si estuvieran en casa”, explica Albia, de 48 años.

El chimichurri y el aliño, en el que fusiona ingredientes naturales, son el toque que diferencia el sabor de sus chuzos y asados, señala Albia.

Su cartilla incluye todo precio. El plato más económico, arroz con menestra y chuzo cuencano, mixto o con carne asada cuesta $ 3,50.

El de mayor valor y uno de los más requeridos por sus clientes, con costillas, vale $ 9.

La intervención en la Feria Gastronómica Raíces es, según Albia, su debut en una cita culinaria. Sus conocimientos en la cocina son empíricos, afirma, ya que no se formó en ningún instituto. “Es la primera vez que participo en un concurso y me siento muy feliz, muy orgullosa. Yo siento que represento al Guasmo y me siento honrada de competir con mis platos (...). Cuando a la gente uno le cocina bueno y rico, la gente viene y paga”, asegura.

Sus hijas la ayudan en la atención al público y también la acompañarán al Centro de Convenciones durante la feria gastronómica.

“Estoy contenta porque nunca me imaginé llegar hasta aquí. Sabía que mi comida era buena, pero esto es un reto. Con esta oportunidad quisiera especializarme en la cocina”, dice. (I)

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Dulce bebida con panes de yuca y empanadas
Guayaquil se convirtió desde 1979 en la ciudad de las nuevas oportunidades para el zarumeño Luis Calderón Orellana.

Su permanencia en la Perla del Pacífico y su estabilidad económica se las debe al morocho, bebida tradicional que vendía en una carreta, en 1987, en el parque Victoria, en el centro. Recorrió varios puntos de la urbe hasta ubicarla en la esquina de Chile y Azuay, en el sur.

“En la calle, con el negocio estuve mucho tiempo hasta que en 2005 abrí mi primer local sin imaginar nunca que llegaría a expandirme”, explica Calderón, de 52 años.

La fama de su morocho, sostiene, la debe a la calidad de los ingredientes: canela, azúcar, leche condensada, en polvo y maicena y otros.

El local, que antes alquilaba, se amplió e instaló mesas y sillas para que la clientela se sirva allí..

Ahora, el morocho lo acompaña con pan de yuca o empanadas de morocho rellenas de queso. También ofrece piqueos y comidas rápidas como hamburguesas, hot dogs, parrilladas, yogur, secos de pollo, churrasco, bandera y más.

Otros locales de la marca se sitúan en la ciudadela Los Almendros, frente a De Prati sur; Luque entre Lorenzo de Garaycoa y 6 de Marzo. En cambio, en los sectores de Urdesa y Alborada funcionan quioscos.

Esta semana, revela, tenía previsto inaugurar un nuevo local en las calles Tulcán y Primero de Mayo, en el que también se venderán sus productos.

El año pasado, admite Calderón, no logró participar en la feria gastronómica. Pero en esta edición no desaprovechó la oportunidad. “Ser parte de esta muestra, en la que podemos llegar a más personas y presentar nuestros platos, es una experiencia única y enriquecedora para todos. Sé que nuestros clientes nos acompañarán en la feria”, expresa.

Calderón también compite con sus piqueos de pan de yuca y empanadas de morocho en el concurso de huecas. (I)