Todo fue algarabía. Las calles del norte de Guayaquil estaban atestadas de miles de feligreses. Ondeaban sus banderines de plásticos, alzaban sus manos para buscar el más especial de los saludos, gritaban “Papa”. Era un grito realmente ensordecedor. Y alistaban las cámaras de sus celulares para inmortalizar el paso de Francisco en su papamóvil y así recordar lo tan cerca que estuvieron de él.

Eran las 16:04 de ayer cuando el pontífice salió del colegio Javier a bordo del papamóvil y, enseguida, la banda musical de la institución motivó a los miles de fieles a ondear sus banderas.

El paso fugaz del papa fue seguido por emocionados gritos de los católicos. Mayra Cucalón, de 67 años, llegó desde Colinas de Los Ceibos y al ver pasar al sumo pontífice también alzó su voz para llamarlo. “He aguantado sol, pero ha valido la pena estar aquí”, decía la mujer, que llegó con sus dos nietas.

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La algarabía motivó a decenas de fieles a buscar un mejor ángulo. Los que pudieron, se ubicaron en el puente peatonal a pocos metros del plantel y desde ahí tuvieron una mejor perspectiva de ese histórico momento.

La vía a Daule, en tanto, se vio inundada de una marea humana. Eran moradores de sectores cercanos como Los Ceibos y Mapasingue este y oeste.

Patricia, de 11 años, anhelaba entregarle unas orquídeas al papa Francisco. Se emocionó más cuando logró ver a lo lejos el papamóvil. Pudo saludar al sumo pontífice con un movimiento de mano, pero por la vasta feligresía le fue imposible acercarse.

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En la av. Juan Tanca Marengo estuvieron católicos de Mirador del Norte, la Juan Montalvo, Pájaro Azul, Alborada y Garzota. Norma Stay llegó con su hija, que padece derrame cerebral, solo para lograr una bendición del sumo pontífice. “Me gustaría que bendijera a mi bebé”, dijo.

Ya en la cdla. FAE, algunas mujeres tenían entre sus manos cruces de madera; los jóvenes, monopods. Unas madres sostenían carteles y los niños banderines con la imagen de Francisco. De todo se veía en la calle minutos antes de que apareciera el personaje que tanto esperaron.

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Y llegó. Si bien el paso del papamóvil fue acelerado, la imagen de Francisco quedó impregnada en la memoria de cada católico. Pierina Naranjo no pudo evitar que las lágrimas de emoción rodaran por sus mejillas. “Sentí algo fuerte, indescriptible. El papa irradia espiritualidad. Cuando lo vi simplemente salió algo de adentro”, contó.

Francisco entró a la Base Aérea Simón Bolívar. Los gritos continuaban. El papamóvil frenó a los pies de las escaleras del avión Alitalia. Subió las escaleras con la cabeza gacha, pero con firmeza. Ya arriba, volteó su humanidad, alzó su mano por tres veces seguidas para despedirse de su pueblo guayaquileño. Y se fue en medio de los aplausos de los guayaquileños. (I)