Es el escenario eucarístico donde el papa Francisco comenzará su agenda pastoral en Guayaquil. Que su santidad pise aquel espacio, el santuario del Señor de la Divina Misericordia, supone un privilegio para quienes promovieron la construcción del templo, ubicado en el kilómetro 26 de la vía a la costa.

Eduardo Romero, gestor de la edificación que comenzó hace cinco años, recuerda que el predio de 11 hectáreas donde se asienta el complejo religioso era una pampa que no pensó tomaría forma tan pronto.

“Un señor nos donó el terreno... ya con eso empezó la recolección de los fondos. Ya era una base importantísima”, declara.

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No disponer de recursos era la principal limitación. Pero en el transcurso de un año aquello se fue superando. Los creyentes que se propusieron difundir la devoción por el Señor de la Divina Misericordia recaudaron 500 mil dólares en donaciones y empezó así la construcción.

Allí, sostiene Romero, se manifestó la solidaridad, compromiso y tesón de creyentes que incluso pidiendo que se reserven sus identidades colaboraron con la iniciativa.

La devoción por el Señor de la Divina Misericordia fue impulsada desde Roma, en el papado del santo polaco Juan Pablo II. En esa misma línea, Francisco, el primer pontífice latinoamericano, que de hoy al miércoles 8 es huésped de honor del Ecuador, decretó un jubileo extraordinario de la Misericordia que empezará el 8 de diciembre de este año y culminará el 20 de noviembre del 2016.

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“Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación...”, señala el segundo inciso de la bula de convocatoria emitida por Francisco, en abril.

En el santuario del Señor de la Divina Misericordia, durante un encuentro privado, Francisco reflexionará sobre el Dios compasivo y misericordioso, al que hay que seguir, agradar.

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En esa cita que, según agenda oficial, será de unos 15 minutos, los convocados son casi dos mil feligreses que accederán al templo con invitaciones. Entre ellos hay niños, enfermos y adultos mayores, de sectores marginales, necesitados, aquellos que inspiran misericordia.

Pero también estarán los donantes que hicieron posible la construcción del santuario que en su primera fase demandó una inversión de 2,4 millones de dólares.

Con esos fondos se rellenó el predio, se hizo el templo, un ágora central, la casa sacerdotal, caminerías en torno al bosque y parqueos.

Romero dice sentirse regocijado por recibir al líder de la Iglesia católica. Ese sentimiento surgió, expresa él, desde que se enteró que el templo de la vía a la costa sería el sitio en el que Francisco oficiaría la misa campal.

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Pero esa intención fue descartada luego de que el Gobierno anunciara que no se podía garantizar la seguridad de los miles de asistentes, por la irregularidad del terreno aledaño al santuario, falta de vías alternas, entre otros aspectos.

“Nos dio preocupación y pena, pero entendimos las razones”, afirma Romero.

Esa algarabía, a ratos mezclada con nerviosismo, también la experimenta el padre Fabricio Alaña, rector del colegio Javier, donde Francisco compartirá un almuerzo con la comunidad jesuita, a la que él pertenece.

“Para nosotros más que un privilegio, más que un don es una gran responsabilidad de sentirnos totalmente amados por el Señor y tenemos que responder a ese amor”, dice. (I)

Es un motivo de gran alegría para el santuario recibir a su santidad Francisco. Nos dejará una huella importantísima”.Eduardo Romero Promotor templo Divina Misericordia