Luz Valencia, Dominga Salazar y Tania Guila fueron las primeras en pasarse, junto con los suyos, a las viviendas de madera y caña que se levantan en un predio contiguo a las piscinas ubicadas en la vía principal de Monte Sinaí, en el noroeste de la ciudad, después de que sus casas en la cooperativa Mélida Toral, al sur, fueron derrumbadas por estar en zona de riesgo, al pie del estero Salado.

Las tres llegaron a sus nuevas casas la mañana del martes y ayer, a las 09:00, estaban atareadas acomodando sus enseres en los dos cuartos y el corredor que hay en la parte alta (abajo está el baño). Los beneficiarios deberán pagar 4.820 dólares en un periodo de hasta 10 años.

A ello, se suma el valor del terreno, por lo que, el costo total bordea los 5.800 dólares, indicó María de los Ángeles Duarte, ministra de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi), a fines de mayo cuando inspeccionó el sitio y habló con los beneficiarios de este plan de contingencia.

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Y ayer, pasado el mediodía, otras tres familias se mudaron a dicho plan habitacional que tiene un cerramiento perimetral y se compone de 33 viviendas.

Este y otros programas por desarrollar tienen como prioridad atender a las 47 familias desalojadas de la Mélida Toral, el 27 de marzo pasado, muchas de las cuales permanecen en el sitio, acogidas por vecinos.

Valencia, quien tenía en el corredor el juego de muebles y la refrigeradora, porque los cuartos estaban llenos con los colchones de ella y sus seis hijos, contó que para acceder a la casa debieron depositar $ 482 en una cuenta de ahorros que abrieron en el BanEcuador (antes Banco de Fomento).

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“Mi esposo se puso a vender agua, jugo de coco en la calle y yo me puse a vender corviches, empanadas y colas con las otras vecinas que estábamos en el albergue”, relató Valencia. Ella junto a otras vecinas vivió en una casa de acogida durante mes y medio, tras el desalojo.

Y aunque ahora para estas familias la tensión por no tener casa quedó atrás, el pago de las cuotas de casi $ 50 mensuales les preocupa, pues la mayoría solo trabaja eventualmente.

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“Mi esposo trabaja cargando madera, no tiene un trabajo fijo”, citó Salazar, quien en determinadas ocasiones pela camarón en Chongón para ganar $ 70 semanales con los que se mantiene su familia de cuatro integrantes, tres menores.

La relativa calma de las seis familias contrasta con la incertidumbre de otras que siguen en la Mélida Toral, en casa de vecinos, porque no tienen dinero para la cuota inicial y acceder al plan del Miduvi.

Lorena Astudillo, Walter Moreira, Abel León y su tía Ana, son cuatro ejemplos. Los dos primeros lloran cuando cuentan que hay días en los que solo les alcanza para una comida.

Moreira sostuvo que han planteado al Miduvi que se les dé la oportunidad de pagar en cuotas el valor de $ 482, pero eso no se acepta. (I)

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33 casas comprende plan habitacional en m. sinaí.

Sí me preocupa porque uno es pobre y no tengo el trabajo fijo, el trabajo más que todo, porque siendo pobre todo el mundo se puede levantar, hay que esforzarse.Dominga Salazar, reubicada