Atesora dos fotografías como algo sagrado, pues la visita del papa Juan Pablo II al Ecuador fue un hecho sin precedentes que monseñor Roberto Pazmiño guarda en la memoria con la misma nitidez de las fotos que conserva en un sobre manila.

El religioso recibió las gráficas de la Santa Sede, un mes después de la llegada del hoy santo nacido en Polonia, que con su carisma ganó el cariño de los católicos del mundo.

La primera imagen corresponde a la misa que Juan Pablo II ofició en Los Samanes, donde el próximo 6 de julio, después de 30 años, Francisco, un nuevo papa, celebrará una liturgia a la que se prevé que asistan más de un millón de feligreses.

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La segunda, perennizó un hecho que para el padre Pazmiño representa una de las anécdotas más importantes como sacerdote: el momento en que Juan Pablo II bendijo, en la Catedral de Guayaquil, la imagen de san Jacinto, patrono de Yaguachi, también de origen polaco.

“Se me ocurrió a mí traerme a san Jacinto de Yaguachi escondido del pueblo. Cerré la iglesia y me lo traje escondido para que el papa lo bendiga y lo vea”, relata el clérigo.

En esa época él era párroco de la iglesia de Yaguachi, localidad donde el pueblo católico venera y cuida con mucho celo la imagen de san Jacinto. Por tanto, rememora el padre Roberto, llevar la imagen a Guayaquil sin que los fieles y devotos se enteren suponía un riesgo.

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“La gente de Yaguachi nunca supo, sino me mataban porque eso es una reliquia que nadie la puede tocar”, bromea el sacerdote, que actualmente se desempeña como párroco en la iglesia Corazón de Jesús, en Chimborazo y Portete.

Pero él asumió esa responsabilidad guiado por la fe y así logró que el 1 de febrero de 1985, luego de la misa campal que hubo en Samanes, Juan Pablo II bendiga la imagen que reposa en la Catedral de Yaguachi.

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El padre Pazmiño, quien a sus 72 años también es formador en el Seminario Mayor de Guayaquil, resalta que la visita del papa polaco dejó huellas palpables hasta la fecha. Una, dice, es la inquietud sacerdotal del exobispo auxiliar de la urbe y actual obispo de Babahoyo, monseñor Marcos Pérez, y de otros jóvenes y señoritas que se inclinaron por la vida consagrada.

El sacerdote no está tan inmerso en la visita papal como hace 30 años, cuando confesó la noche del 31 de enero y madrugada del 1 de febrero, pero dice sentir el mismo fervor por la llegada de Francisco.

No obstante, cree que el tiempo de la visita será muy corto y por eso pide a los fieles aprovecharlo al máximo. (I)

La de Juan Pablo II (visita) fue anunciada con mucho tiempo, casi un año. Hubo un tiempo prudencial para prepararla en todo sentido, lo que no hay ahora (con Francisco).Roberto Pazmiño, sacerdote.