Las hermanas Isabel y María Aurora Ojeda desean que la hija de Isabel, que tiene 14 años y se llama Cristina, tenga la misma experiencia que ellas vivieron la noche de enero de 1985 cuando fueron bendecidas por el papa Juan Pablo II, mientras le dedicaban la canción en latín Adeste fidelis (Venid fieles).

Ellas formaron parte del coro del Conservatorio Nacional Antonio Neumane, el cual fue declarado como piloto del país en ese mismo año.

Isabel, que en ese tiempo tenía la misma edad que ahora tiene su hija Cristina; María Aurora, que tenía 13 años; y su hermana menor Carla, de 10 años y que hoy vive en el extranjero, describen ese momento como lo más maravilloso que pudieron vivir.

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“Cuando lo vimos entrar, se paró en el centro e iluminaba todo el lugar. Su ropa era tan blanca que parecía que brillaba, y sus ojos, tan azules. Yo pensé que se iba a ir de largo, pero se viró y fui la primera en recibir la bendición del papa”, recuerda con exactitud Isabel.

En cambio, su hermana María Aurora reseña que antes de la entrada del papa les indicaron que no debían tocarlo, solo tenían que cantar lo mejor que pudieran. Pero cuando él la tocó, empezó a llorar, igual que otras de sus compañeras.

Ambas cuentan que hubo una señora que rompió el protocolo y tocó parte de la vestimenta del papa. Isabel en ese instante pensó que el hoy santo se iba a retirar, pero se volteó y bendijo también a la mujer.

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A lo largo de sus vidas ellas se sienten bendecidas y privilegiadas por ese momento que las marcó.

Ambas terminaron su carrera en el conservatorio. Isabel se graduó de ginecoobstetra, María Aurora dio clases de piano por casi diez años en el conservatorio y luego se graduó de psicóloga.

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Ellas seguirán la misa campal desde sus casas y desearían que Cristina, que estudia en el Conservatorio Nacional de Música Niccolo Paganini, tuviera la misma experiencia ahora con el papa Francisco. (I)

Tuve una suerte única, muy pocas personas tuvimos ese privilegio, hubo personas que lo pudieron ver desde lejos y nosotras estuvimos frente a él y nos tocó, nos bendijo”.Isabel Ojeda, ginecóloga