Me dirijo a mi interior, a la presencia tranquilizadora del amor divino.

Consuelo
A veces, el cielo está nublado y no puedo ver el sol; sin embargo, sé que está allí. Del mismo modo, cuando enfrento desafíos y es difícil ver la luz, sé que Dios está siempre presente. Si necesito consuelo, encuentro un lugar para meditar y conectarme con el Cristo morador. Permito que mi cuerpo, mente y espíritu descansen en la presencia apacible del amor divino. Si emociones burbujean hacia la superficie, me permito sentirlas y liberarlas. Con mi atención centrada en Dios, estoy receptivo al fluir de amor, sabiduría y apoyo divinos, con fe en que Dios es mi ayuda en toda necesidad. Cualquier preocupación se disipa y estoy en paz. Mi corazón es elevado en amor. (F)

2 Tesalonicenses 2:16-17