El exquisito y envolvente olor de la cebolla blanca y el ajo es lo primero que se percibe al entrar a la cocina de Denisse Aquim Abikaram, en su domicilio de la etapa La Marina de la urbanización Ciudad Celeste (km 9). Ella prepara la salsa de champiñones para el salón, que es parte del menú que entregó el 15 de mayo en una residencia del sector.

El pedido de ese día era para 23 personas. Descomplicada y con una enorme sonrisa, la chef de 43 años y dueña del servicio de catering Su evento, seguía cada detalle de la receta que cocinaba poniendo los ingredientes con mucha concentración y entusiasmo.

Denisse es chef desde hace 15 años, para ella no es un trabajo sino su pasión. Las redes sociales son el medio que utiliza para mostrar fotos de los platos que prepara y anunciar las fechas de los talleres de cocina que imparte a parejas de novios, recién casados y jóvenes que se van a estudiar al exterior, y además la asesoría que brinda sobre los menús que da a empleadas domésticas del sector. “A los que se van a casar o a viajar les enseño lo básico, cómo hacer arroz, cremas de legumbres, hamburguesas, corte y forma de aliñar pollo y carne, a preparar ensaladas, entre otras cosas. La asesoría es de acuerdo a lo que los empleadores desean que se aprenda”, explica.

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En su cuenta de Instagram también coloca la foto de la portada de libros que hablan de perseverancia, lucha y superación, tres valores con los que ella se identifica.

Sobre su historia de progreso, cuenta que empezó a vincularse con el negocio que ahora tiene de comidas vendiendo dulces y bocaditos desde su casa, que la publicidad se la hacían sus amigas, quienes la recomendaban. En esa época su esposo decidió irse de casa e iniciar el trámite del divorcio. En ese entonces ella ya tenía sus tres hijos: Valentina, Andrea y Jaime.

Solo cocinaba para su casa, le gustaba, pero nunca había estado en su mente dedicarse a la gastronomía. Ella había abandonado sus estudios de Derecho. Obtuvo una licenciatura y dejó su preparación para dedicar más tiempo a la crianza de sus hijos y solo ganaba dinero dando clases particulares de gimnasia y de los dulces que hacía.

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Luego le ofrecieron un trabajo a medio tiempo en la Asociación Cristiana de Empresarios. Cuenta que allí aprendió cómo se manejaban los eventos y eso le ayudó para tener una visión de los negocios y el servicio de catering.

Después renunció y entró a estudiar en la Escuela de los Chefs. “Él seguía aportando con dinero para sus hijos, y con lo que ya me ganaba haciendo sanduchitos y tortas de choclo me comencé a pagar los estudios. Siempre hay que mirar más allá y sabía que en medio de ese difícil momento Dios preparaba algo bueno para nosotros”.

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Desde ahí su meta fue no abandonar la escuela hasta convertirse en chef. “Me casé muy jovencita, mi único sueño era casarme y ser mamá toda mi vida. Ya estando sola, sin mi esposo, comencé a ver que la vida me cambiaba y debía buscar mi propio camino y decidí entrar a estudiar. Mis hijos son mi motor, por ellos no me di por vencida”.

Desde que comenzó a estudiar dice que vio en la cocina “un mundo gigante” porque pudo emprender desde su casa, sin tener que dejar solos a sus hijos. Afirma que además la llena de satisfacción su trabajo porque dice que la comida permite mantener unidas a las familias y amigos.

Terminó sus estudios y sacó el título de Técnica en cocina internacional. Entre sus primeros clientes estuvieron sus amigos del Movimiento Vida Cristiana (MVC) y de la iglesia Santa Teresita (km 1,5 de la av. Samborondón). “Me contrataron para ayudarme y les gustó la sazón de los menús armados que les hacía”, asegura.

Recuerda que cuando recién empezó y tenía un menú para 50 personas tenía miedo de cometer un error, pero con el pasar del tiempo pudo vencer sus propios temores. “No dormía y me preocupaba, me ponía a rezar y a pedirle a la Virgencita que por favor se ponga el delantal conmigo para cocinar, aún me sentía insegura, pero lo vencí porque necesitaba que mis hijos vean que su mamá no se quedó, y que se puede salir adelante sola”.

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Dice que desde que empezó nunca ha parado de crear recetas ni de no llegar con los contratos de comida para eventos, clases de cocina y a la par, dedicar tiempo al trabajo social. “He realizado voluntariado en la iglesia Santa Teresita y también he dado talleres de cocina en La Aurora”.

Viviana Vargas, quien recibió clases de Denisse, dice que la nobleza de ella no solo se demuestra en el trabajo social, sino en los consejos que da para superar situaciones difíciles. (I)