El destino no le permitió tener hijos, pero le regaló cientos de ‘sobrinos’. Los chicos a quienes con pasión enseñó a leer y escribir y que cariñosamente la llamaban tía Inesita.

Son ‘sobrinos’ que Inés Obregón Flores educó en las aulas de los colegios La Providencia y Letras y Vida, donde ejerció la docencia por más de tres décadas. Pequeños que ha encontrado a lo largo de sus 85 años convertidos en doctores, periodistas, docentes e ingenieros.

Inesita se jubiló hace catorce años, sin embargo, ese gusto por estar cerca de las aulas no la ha dejado desprenderse de la actividad. Trabaja como auxiliar de la dirección de la Unidad Educativa Delfos. Allí se encarga de determinadas labores administrativas como el manejo de la caja chica, el control del bar y otros asuntos, que le permiten estar en contacto con los alumnos.

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“Esto me mantiene activa, me hace feliz”, asegura con lucidez la docente, quien llegó de Riobamba a los 6 años. Su madre quedó viuda y tuvo que venir a vivir a Guayaquil con un tío paterno, que la puso a estudiar en el colegio La Providencia.

Precisamente en ese centro educativo comenzó su andar como maestra de preparatoria y primaria, cuando debió reemplazar a una monja que daba clases. Esa oportunidad le permitió descubrir que enseñar era lo suyo. En La Providencia estuvo cinco años antes de pasar al Letras y Vida.

En la década del 60, Inesita obtuvo un nombramiento fiscal para laborar en una escuela nocturna del centro. La experiencia fue diferente, pues debía educar a adultos. “Un día llegó la mamá de los dueños de un almacén del centro que me dijo que necesitaba aprender a leer y sumar para ayudarle a sus hijos, lo hizo rápido. Luego llevó a su hijo. Eso me satisfizo”, recuerda.

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Esas vivencias, dice, la llenan más de regocijo que los pergaminos, placas y reconocimientos que recibió a lo largo de su trayectoria. “Un día fui al hospital y un médico me salió a abrazar y con qué alegría me dijo: ‘Inesita, mi primera maestra’. Él había sido mi alumno”, asegura la profesora que vive con un sobrino en una ciudadela del sur.

Los giros que da la vida también le han permitido laborar con sus exalumnos, como Sara María Garaicoa, rectora del Delfos, que llegó a la entidad hace 6 años, después de Inesita. “Cuando me encuentra aquí, ella (Garaicoa) me dice: ‘yo tuve una profesora (en La Providencia) llamada Inés’. Y recuerda que la maestra preparó a un grupo de alumnos que fue promovido de preparatoria a segundo grado. Yo lo había hecho, ella había sido mi alumna”, cuenta Inesita. (I)

Antes los chicos eran más tranquilos, muy aplicados, ahora son más inquietos, pero aún hay profesores que tienen mucha paciencia”.Inés Obregón Maestra jubilada