Desde que se anunció el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos a finales del año pasado, muchos han dejado volar su imaginación sobre lo que ocurrirá cuando la isla restablezca vínculos comerciales plenos con su vecino del norte.

Algunos anticipan tiendas de Apple en La Habana y autos Ford nuevos en las calles del país, para reemplazar a los vetustos ejemplares de los años 50 que aún ruedan por efectos del embargo.

Pero también otra idea ronda en la cabeza de algunos observadores de la economía cubana: la posibilidad de un aumento en su actividad minera y petrolera. Hoy las normas del embargo de EE.UU. a Cuba hacen que sea ilegal para empresas de ese país invertir en esos sectores.

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Esto podría cambiar en los próximos años, si, como muchos esperan, el embargo se va desmontando gradualmente.

Cuba es hoy uno de los diez principales productores mundiales de níquel y cobalto y el gobierno busca nuevos recursos en los sectores minero y petrolero para aumentar la capacidad exportadora del país.

Algunos indicaron la posibilidad, o al menos la esperanza, de que las nuevas relaciones políticas llevaran a más inversión al área de minería y petróleo en Cuba. Entre ellos estaba David Pathe, presidente de la empresa minera canadiense Sherritt, el mayor inversionista extranjero en Cuba.

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Pathe, cuya empresa opera desde hace décadas un complejo de níquel en Cuba, decía en una entrevista a la agencia Bloomberg en enero de este año que “podría haber más interés de compañías internacionales”. Pero él mismo señalaba que esto tomaría tiempo.

Una idea que comparte Arch Ritter, profesor de economía en la universidad de Carleton en Canadá y experto en la economía cubana. “No estoy tan seguro de qué tan buenas sean las oportunidades mineras en territorio cubano”, dice. (I)

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8.000
millones de dólares busca Cuba en inversión extranjera para destinar a 246 proyectos de desarrollo.