Sobreponiéndose a un azote de mosquitos, casi obligados a ignorarlos, los agricultores halan las plantas para desnudar las raíces y cosechar el fruto: el camote, un tubérculo como la papa o la yuca, que estos días se cosecha en los verdes campos del cantón Salitre.

El lunes 23, en el recinto La Victoria (no la parroquia), los esposos Wilson Jiménez y Merily Moncada, el primo de ella, Ulvio Moncada, y el jornalero Manuel González, trabajan animados en la recolección del camote morado.

Las camisas mangas largas y el uso de repelente son necesarios, lo que no impide que los mosquitos, alborotados por el trajín de los jornaleros, se posen en las frentes descubiertas.

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El camote, dice Merily, va al por mayor a Manta y Portoviejo, o en pequeñas cantidades al sitio de origen de los turistas que llegan a Salitre atraídos por su balneario de agua dulce.

El cantón también interesa por su tradición montubia, pues participar en la doma de caballos chúcaros es pasión salitreña y atractivo para el público que aprecia los rodeos.

Merily comenta que el camote, de sabor dulce, se lo come asado, hervido, frito como chifle, en tortas o coladas. Ulvio habla de cómo él prepara un batido. “Se lo cocina, se lo hinca con un cuchillo para ver si está blando, se le saca la cascarita y se lo echa a la licuadora, se la licua con leche”, explica orgulloso el hombre, gesticulando con las manos ennegrecidas por la tierra.

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Wilson bromea diciendo que al que consuma el brebaje le vale tener un mueble porque el camote tumba. “Es pura vitamina”, asegura.

Wilson Jiménez es dueño del sembrío y jefe de la cuadrilla de recolectores que llena sacos de yute que se comercializan cada uno a $ 22.

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Relata que esa siembra, minoritaria con relación a los arrozales y que cumple un ciclo de cerca de cuatro meses, no necesita tanta agua ni la inversión requerida para un arrozal. “Estando bueno se sacan 200 sacos por cuadra”, afirma.

Alcídes Haro es comerciante y trajo 20 sacos de camote morado del recinto La Palmira, pero debió contratar una canoa.

Por saco pagó $ 21 “en la mata”, afirma y sostiene que por esos lados no se ve el camote amarillo, pero sí, agrega, el de la variedad peruana.

Haro estima que en una semana terminará su mercancía.

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Él labora en las afueras de Salitre, en uno de los ocho puestos que hay en la carretera, donde el tubérculo se vende por pilos de $ 1 o por sacos, con recargo del flete.

Ahí, la oferta de fin de semana incluye camote asado. O los conocidos bollos hechos con pescado de agua dulce, un sello en la tierra salitreña. (I)