Con muchas ganas de experimentar lo que es bucear, Fernando Ayala empezó con esta práctica a manera de pasatiempo hace 15 años. Actualmente es uno de los instructores con más tiempo en el Centro de Buceo y Estudios Ambientales Bioelite, en Urdenor.

Ingeniero agrónomo de profesión con una empresa de servicio de mantenimiento de jardines y áreas verdes, Fernando cuenta que se sintió atraído por la posibilidad de descubrir ante sus ojos la belleza del espectáculo marino, que lo hace posible el buceo.

Todo empezó cuando un compañero le habló de los cursos de buceo, a lo que no pudo resistirse debido a su atracción por los deportes extremos.

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El buzo, de 42 años, recuerda que luego de recibir instrucción teórica durante una semana (tres horas diarias) y después de pruebas en piscina, fue dirigido, la siguiente semana, a la Isla del Pelado, frente a las playas de Ayangue, donde realizó su primera inmersión. “Me pareció increíble, espectacular, fue lo que despertó el bichito para continuar”, expresa.

Asimismo recuerda con entusiasmo que aquella primera ocasión trajo consigo gran expectativa y cierto nerviosismo. “Al principio era la aventura de ir en el bote, la novelería, y después ir pensando en que ya me llega la hora”, cuenta, sin olvidar esa peculiar sensación de adrenalina al observar al resto de sus compañeros, que uno a uno se iban lanzando de espaldas desde el bote, hasta que le tocó a él. “La primera vez que me tiré no pude bajar, estuve flotando, me sumergí metro y medio y salí, me dio como desesperación”, recuerda Fernando.

El segundo intento fue tras las palabras de aliento de su instructor, de quien se sujetó firmemente para poder sumergirse una vez más junto a él, sin ver más que el rostro de quien lo guiaba. “Yo no miraba a otro lado, cuando llegamos al fondo, él me dice ‘mira a un costado’ y veo una pared llena de algas de plantas y otras especies marinas y solito me fui soltando”.

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El deseo de volver al mar lo llevó con el tiempo a tomar otros cursos para obtener nuevas certificaciones. Así, pasó por el nivel básico Open Water Diver (60 pies de profundidad), posteriormente obtuvo certificaciones en cursos de buceo profundo, nivel advance, máster, divecon (Assistant Instructor), nocturno. Esta última modalidad es una de sus preferidas gracias a la fotoluminiscencia que emite cierta flora marina durante la noche. “Tú alumbras y todo brilla, los peces, las burbujitas pegadas en el coral, es como fosforescente, como la película Matrix”, dice sonriendo. Hace poco cumplió cinco años desde que recibió la certificación como instructor.

En esta labor ha pasado por algunas anécdotas. Entre ellas destaca una ocasión en la que una alumna olvidó cómo respirar. “Me hacía señales como que le faltaba el aire, revisé su regulador, le puse el de emergencia y nada, supongo que en el entrenamiento de inhalar y exalar solo por la boca le pasó esto”.

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El buceo de rescate también le atrae por ir ligado a su desempeño como Bombero voluntario, actividad que realiza desde hace 23 años. El deseo de querer servir y ayudar de alguna manera a la ciudadanía involucrándose directamente en la emergencia es lo que lo motiva a continuar en esta labor, que según cuenta, se suma a la adrenalina que le produce estar en este tipo de situaciones.

“Esto es similar a los pilotos, que según sus horas de vuelo están habilitados para manejar diferentes tipos de naves, de igual manera en el buceo, por tantas certificaciones que tengas te acreditan para poder tomar otro nivel”.

Entre las cosas a las que tuvo que adaptarse está el peso de los diferentes equipos que se utilizan en la práctica. Para poder sumergirse habla de un peso que comprende cinco pastillas de plomo de cuatro libras cada una, que van sujetas a un cinturón especial, esto sumado al tanque y chaleco.

“Al principio puede resultar un poco incómodo, pero con el tiempo lo sientes como parte de tu cuerpo”, asegura.

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Cuenta haber buceado lugares recónditos como en las cuevas submarinas de los Cenotes (Cancún-México), San Andrés (Colombia), República Dominicana, Cuba y Panamá. La mayoría de veces acude con su familia a los programas de buceo. Es padre de un niño de 11 y una niña de 3 años. (F)

Dicen de él Un alumno que lleve el aval de Fernando, sé que sabe bucear, él es un instructor serio, responsable y prudente, lo que se requiere en el buceo”.Miguel Triviño Propietario centro Bioelite