En 1980, Luis Alfredo Llaque Paladines estaba lejos de imaginar, cuando a sus 19 años elaboraba fundas de papel junto con su abuela en el popular barrio Garay, que 35 años más tarde sería profesor de tenis en uno de los barrios residenciales de Guayaquil.

“Yo empecé demasiado tarde en el mundo del tenis. Tenía ya unos 21 años cuando un amigo, Mario Castillo, que era profesor de tenis, me tomó como su ayudante y empecé como pasabolas”, señala Luis Alfredo. “Poco a poco me fue enseñando a jugar, los golpes, las tácticas, pero se lesionó y tuvo que dejar ese trabajo por al menos tres años, lo que a su vez me dejó a mí en el aire, por lo que tuve que dedicarme a varios oficios para mantenerme, como el de tapizar asientos de carros”.

Luego, otro amigo, que también jugaba tenis y trabajaba en la Liga Deportiva Estudiantil, me trajo al Comité Los Ceibos.

Publicidad

Después me reencontré con Mario Castillo, quien me dijo: “Oye, ya vas a tener 27 años, te estás poniendo viejo, ¿qué es lo que quieres hacer?”. Me decidí entonces por el tenis y me aconsejó que aprendiera lo más que pudiera, porque aunque ya no podría jugarlo, si podría aprender lo suficiente como para ganarme la vida enseñando. Por eso regresé y me he mantenido ya por 28 años dando clases”, confiesa.

Destaca que ahora no podría dejar el tenis y por eso lamenta no haber tenido la oportunidad de aprender desde niño y poder competir así en torneos.

Pero eso era algo imposible para un niño que había nacido en el barrio Garay, en las calles Sucre 709 y Guerrero Martínez.

Publicidad

“En la escuela yo solo jugaba índor en la calle y como mi abuela hacía fundas de papel yo trabajaba con ella. Tomábamos las fundas de cemento y con ese papel hacíamos fundas de empaque que vendíamos en el Mercado Central. Luego variamos a la venta de fundas plásticas y otros objetos”, rememora.

Debido a la falta de recursos económicos y a que debía trabajar solo terminó cuarto grado. Años después logró continuar sus estudios en una escuela nocturna e incluso ingresó a una academia para seguir electrónica durante tres años, pero tampoco pudo culminar por falta de recursos.

Publicidad

“Todo lo que sé de tenis lo aprendí con Mario Castillo y Eduardo Alvarado aquí en Los Ceibos. Practicaba con ellos y allí aprendí todos los fundamentos del deporte”, destaca. Recuerda que practicaba en un frontón con la raqueta y pelotas de tenis hasta que le salieran los golpes que quería.

Así fue que empezó formalmente, a los 27 años, su carrera como entrenador infantil de tenis en Los Ceibos. Y resalta que su forehand y su backhand “son buenos” y que su saque y slide “no son malos”.

Ahora, a los 55 años, ya es conocido como profesor de este deporte en el Comité de Los Ceibos, y en ocasiones sale a otros sectores de la ciudad para dar clases particulares, sobre todo en ciudadelas que se encuentran a lo largo de la av. Samborondón y en la vía a la costa, como Puerto Azul.

“Unos me llaman porque han sido alumnos míos aquí y quieren que enseñe a sus hijos, pero también hay otras madres de familia que al dejar a sus hijos para las clases de fútbol se impresionan y quieren que aprendan tenis.

Publicidad

Además, varias moradoras de Los Ceibos lo buscan para que les sirva de sparring cuando se reúnen para jugar. “La señora Mariquita de Baquerizo juega conmigo dobles desde hace muchos años. También Mariana de Velasco, quien vive en EE.UU., pero cuando llega a Guayaquil me invita a jugar. Y soy profesor de sus nietos”, señala.

Los padres de sus alumnos destacan que nunca pierde la paciencia y por ello le encargan que enseñe a los niños más pequeños.

Recuerda entre sus alumnos a Tatiana Perdomo, una niña colombiana de 5 años a la que enseñó durante un año. “Jugaba muy bien, tenía un gran golpe, pero sus padres tuvieron que irse a Argentina, donde siguió jugando con éxito”.

Agrega que hace poco, la familia llegó a Guayaquil y Perdomo lo visitó porque quería mostrarle quién había sido su primer profesor de tenis. Ella ya tiene 12 años y está ‘rankeada’ entre las mejores de su categoría”, afirma con orgullo. Otro de sus alumnos es Fausto Menéndez, quien también despunta y por ello entrena en la Federación de Tenis.

“El tenis para mí ha sido todo, mi trabajo, mi esfuerzo, lo que ha hecho lo que actualmente soy”, afirma con orgullo.

Reconoce que todo lo que ha logrado es gracias al tenis, pero lamenta no tener los recursos económicos necesarios para poder seguir capacitándose como entrenador con cursos en la Federación de Tenis o en el exterior.

Casado con Ileana Gaibor Novillo, vive en Mapasingue oeste con sus tres hijos y un nieto en una casa alquilada, porque aún no ha logrado reunir para comprarse una propia, que es otro de sus anhelos que le quedan por cumplir. (I)

Dicen de él “Tiene una personalidad muy linda, siempre está alegre, padre ejemplar y excelente profesor especialmente para los pequeños”.Mariquita Barriga de Baquerizo