La pasión por coser que tenía su madre marcó por completo a Katia Franco Game.

Nunca se interesó por tener un negocio de confección de ropa y fue únicamente cuando se casó que se dio cuenta de que el talento familiar que heredó podría ayudar en la economía de su casa. Por ello montó su empresa de venta de insumos de textiles.

Con la misma facilidad que tiene para hablar por horas, Katia, de 45 años, logró hace diez años encontrar clientas fijas casi en todas las urbanizaciones de Samborondón; la mayoría son amigas que conoció en su etapa estudiantil en el colegio y en varios lugares donde ha trabajado desde su juventud.

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“A ellas les gustaban las salidas de baño que cosía para mí y comenzaron a pedirme que hiciera para ellas”, explica, mientras muestra la ropa que confecciona.

En su taller, además de elaborar indumentaria para mujeres, cose conjuntos de surf para niños y también entrega por pedido cortinas, sábanas, edredones, uniformes y otros textiles.

Katia decidió empezar a diseñar, cortar y coser en su casa para sobrellevar la difícil situación económica que enfrentaba su familia y encontró en su talento una forma de obtener dinero, trabajando desde su vivienda con una máquina y elaborando tallas estandarizadas.

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Destaca que fue motivada por su esposo, Raúl Cañizares, a quien agradece el crecimiento que ha tenido: “Lo amo, él me ha apoyado siempre. Si tuviera mil vidas, me volvería a casar las mil vidas con él”, sostiene con un brillo en los ojos que denota emoción y felicidad.

Comenta que no considera que lo que hace es un trabajo. “Yo diseño , corto telas y vendo con tanto cariño, es algo que disfruto. A mí me apasiona, esto me gusta; con mi esposo formamos una empresa y de esto vivimos”, señala.

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El trabajo en esta microempresa es equitativo. Mientras ella escoge las telas, él se encarga de la contabilidad, la relación con empresas ,los aspectos tributarios y los pagos.

El amor por la confección de prendas en tela es algo que está con ella desde que nació. “Es tan mío desde siempre, es como cuando se ve barrer y se aprende sin que ni siquiera nos hayan enseñado a coger la escoba”, alega y sonríe.

Recuerda que cuando salió del colegio estudió publicidad dos años en la universidad, luego se retiró al darse cuenta de que eso no era lo que más le gustaba.

Fue al ver que en las mañanas, después de dejar a su hijo Raúl en el jardín, se quedaba sola, lo que la impulsó a capacitarse en lo que siempre había preferido.

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“Ingresé en la Fundación Oscus a estudiar corte”, recuerda Katia.

Su madre, Rosa Game, dice que diseñar, cortar y coser es un arte que su hija aprendió sola. “Ella me veía cosiendo y comenzaba a usar tijeras y armar ropa para las muñecas”, señala la mujer de 71 años, quien destaca dos cualidades de su hija: amorosa y colaboradora.

La dedicación y perseverancia en su negocio le han ayudado a crecer en el mercado. Hace uniformes para empresas en Samborondón y además fabrica insumos textiles para La Bonbonnière, la guardería del Club deportivo Diana Quintana, entre otros lugares.

También hace los uniformes para el personal de mantenimiento de las urbanizaciones Riberas del Batán y Castelago. Tiene proveedores en Quito y Cuenca, porque a veces la demanda es alta.

Ella vive en la Saiba, en el sur de Guayaquil, y siempre que sale de su vivienda para visitar a sus amigas lleva en su auto ropa para enseñarles. Una de ellas es Viviana Andrade, residente de la urbanización La Castellana. “Es una persona emprendedora, justa, franca, sincera y muy amigable, todo lo elabora muy bien”, dice.

“Me gusta convertir las telas en algo lindo, me encanta ponerle amor y un toque especial a cada prenda, siempre trato de que sea excelente material y vendo lo que a mí me gusta”, señala Katia y nos muestra una blusa hecha en tela estampada que tiene un adorno elaborado a base de coco.

Indica que viaja dos veces al año a Estados Unidos para tener nuevas ideas en sus diseños, sin embargo afirma que la creatividad en ella es algo innato y es una de las bases del éxito de su trabajo.

Su reciente línea de ropa es para adolescentes. “Es una edad difícil de encontrar tallas y prendas bonitas, por eso decidí emprender para las niñas de 14 años”, asegura.

El primer conjunto que hizo hace varios años fue por pedido de una amiga y lo confeccionó siguiendo el mismo patrón de otro que trajo de Estados Unidos.

Ahora emocionada revela que los conjuntos de surf para niños ya los vende con un empaque en el que sobresale su logo. “Es un piquero de patas azules que hizo mi cuñada para plasmar la idea de que sea un símbolo reconocible de nuestro país”, relata Katia.

Manifiesta que desea que toda su ropa pueda tener una etiqueta con su marca y resalta que una de sus metas es poder obtener un título profesional de diseñadora de modas. (I)

Dicen de ella “Es emprendedora, perfeccionista y enamorada de su trabajo, lo cual se nota en la calidad de ropa que diseña y confecciona”.María Fernanda Paredes Amiga de Katia