Atado de pies y manos, el pescador José España fue lanzado al agua en alta mar, a unos 5 kilómetros de la costa de la parroquia Camarones. Es uno de los tres tripulantes de la fibra pesquera Así es la Vida que a las 23:00 del pasado miércoles fueron interceptados por supuestos piratas cuando se disponían a hacer sus labores de pesca.

España fue el primero en ser arrojado al oscuro, frío y agitado mar, como lo describió él mismo, después de que los delincuentes los ataron a todos.

Era el segundo atraco que sufría en el mar. En el primero, recordó, le robaron la pesca y el motor, y lo dejaron abandonado, pero esta vez fue distinto.

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El pescador contó que pensó en sus dos hijos, una joven de 17 años y un niño de 7. Estaba seguro de que moriría cuando comenzó a tragar agua salada.

No obstante, en medio de la desesperación sintió una especie de remolino que lo desató y comenzó a nadar. Lo hizo durante dos horas, hasta que llegó a una playa abandonada.

Ahí se dio cuenta de que estaba en la playa Camarones, a casi 14 km de Esmeraldas.

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Agotado, corrió hasta la Unidad de Policía Comunitaria para pedir auxilio. A las 02:00 fueron comunicados la Dirección de Espacios Acuáticos de Esmeraldas y el Subcomando de Guardacostas, pues otros dos pescadores, Rodolfo Márquez, de 19 años, y su padre, Segundo Márquez, de 43, aún estaban en poder de los piratas.

Se activó el plan de búsqueda: dos lanchas guardacostas con aproximadamente 30 marinos salieron hasta el sitio del atraco, conocido como ‘La Ojonera’, a siete millas de la costa de Balao, de Esmeraldas.

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Segundo Márquez corrió la misma suerte que España al ser lanzado al mar y, luego de nadar varias horas, llegar a la costa. “Ya no daba más, las fuerzas me faltaban, me hundí, sentí que llegué al fondo del mar y luego un remolino me sacó a la superficie otra vez”, relató.

Eran las 06:00 de ayer y el pescador pidió auxilio. El Comando de Operaciones Norte de Esmeraldas dispuso el despegue de un avión de búsqueda y de un helicóptero, en el que Márquez se embarcó.

Siete horas más tarde, el pescador dijo que aceptaba la posibilidad de que su hijo Rodolfo estuviera muerto. “Si lo lanzaron al agua, mi hijo se ahogó, yo no sé cómo estoy vivo, es casi imposible sobrevivir en el agua y nadar esa distancia”. (I)