El propósito que se planteó Ronnie Joel Solís Arellano al ser elegido abanderado del pabellón nacional, cuando era apenas un niño, rindió sus frutos al repetir el logro en la secundaria en el colegio católico particular La Consolata. Se siente satisfecho de haber aportado, a través de su esfuerzo, con una gran aspiración familiar: la mejora de su vivienda.

Ronnie, de 20 años, es uno de los beneficiarios del programa Jóvenes Ejemplares, que recibe por parte del Cabildo la construcción o remodelación de su vivienda como premio a su excelencia académica.

Aunque la construcción recién comenzó a inicios de enero, por una demora suya en la entrega del título de propiedad, la casa, que antes era de caña, se ha transformado en un 90%.

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En su memoria quedaron las imágenes de las cañas y maderas que le prodigaban un hogar a él, su madre Diana Arellano, su abuela Arquela Vera y sus hermanas Milena y Nathaly, en la manzana 1612, del solar 9, en el bloque 2 de El Fortín.

En esta zona, al noroeste de la ciudad, hace 19 años, su madre arribó desde el cantón Balzar cuando el sector aún era una invasión y los servicios básicos no existían.

“Esto antes era pura tierra, polvo, lodo. Esto era una loma inmensa, todo era monte, cuando entrábamos por la Perimetral era todo oscuro”, recuerda Arellano.

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Su cerca era de caña, el frente de la vivienda de cemento. Pero la posibilidad de construirla por completo de cemento era una aspiración distante.

“Nosotros teníamos la casa mixta, desbarataron e hicimos un lugar aquí atrás para dormir mientras estuvieran construyendo”, dice Ronnie, quien actualmente cursa el segundo año de la carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad de Guayaquil.

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La casa es amplia. En la sala, el televisor es la distracción por las tardes. A un costado, la cocina y los dos dormitorios. Uno para él, el otro para las mujeres de la casa. Espacio que aspiran ampliar más adelante, con la promesa de un posible trabajo en el que estaría por ingresar Ronnie. El baño lo instalaron en la parte trasera, asegura, para mayor privacidad.

Sus estudios secundarios, que también le valieron un bachillerato técnico, ayudan a este joven a trabajar haciendo instalaciones residenciales.

Con ese dinero ayuda con los gastos del hogar, que su madre mantiene con la venta de corviches y caldo de salchicha. “Este regalo es para mi familia, para mi mamá porque ella es la que se esforzó dándome el estudio”, recalca. (I)