Sentada en la cama de un albergue temporal de la Policía Metropolitana de Quito, en el norte de la ciudad, Gloria López no pierde de vista a su nieto Oliver, de casi 2 años. La boca esboza una temerosa sonrisa, pero los ojos reflejan la preocupación de a dónde irán su nieto, sus dos hijos y ella. No pueden regresar a su casa, en el sector Caminos a la Libertad, en el noroccidente de la capital.

El domingo 8 de febrero último, la vivienda fue afectada por un deslave en la parte baja del inclinado terreno y ahora, tras casi diez años de ocupar esos 8 m², es inhabitable.

Una espalda lisiada por 35 años de trabajo doméstico le impide laborar a esta mujer de 62 años. Su hogar ahora solo depende de los $ 300 que recibe desde hace siete meses en una lavadora de autos su hijo Ángel, quien tiene 55% de discapacidad mental, y de los $ 300 que hasta el 27 de febrero próximo y desde hace cuatro meses gana su hija Diana, como doméstica (el ingreso por persona de este hogar es de $ 150). A la mujer cuidada por la joven madre de Oliver le detectaron cáncer y se irá a vivir a Estados Unidos pronto.

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Ni la casa armada con bloques, maderas regaladas y zinc, en la que vivieron hasta hace un año diez personas, ni el terreno ubicado en la parte alta de la peña les pertenece. Los gastos medicinales para la epilepsia de Ángel, quien no recibe ayuda alguna del Estado, la alimentación del pequeño Oliver y las medicinas que de vez en cuando necesita Gloria no les permiten ni soñar a los Tadeo López con comprar ese terreno.

Tener un techo propio y poder alimentarse mejor son para Gloria los sueños que espera que se le cumplan pronto. (I)