La casa de María Vásquez está endeble. Una de las paredes de caña que da hacia el abismo del cerro de la Nueva Prosperina está desclavada y se agita como cortina. Algunos puntales asentados en el barranco están podridos y, al caminar, el piso de tablas tiembla.

“Tengo miedo; el otro día corrió un ventarrón (...), durísimo se remeció esta casa”, cuenta la mujer, que vive con sus dos hijas de 7 y 4 años en la cooperativa El Mirador, en el noroeste de la ciudad.

Vásquez, quien espera ser reubicada, es dueña de una de las tres casas ubicadas en la ladera del cerro y que están a punto de desplomarse, pues con las lluvias el terreno cede.

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Marlene Rivadeneira, quien vive con nueve personas de las cuales cuatro son menores de edad, señala que la semana pasada apuntaló su casa con una sola caña porque el dinero no le alcanzó para comprar más.

“Cuando llueve, esto se va desmoronando. Yo estoy dispuesta a una reubicación”, refiere la mujer, quien agrega que algunas instituciones ya han inspeccionado el sitio.

En la cooperativa El Mirador, al igual que en Unión Fuerza y Desarrollo, hay decenas de casas en la ladera del cerro, lo que supone riesgos. La semana pasada, en el segundo punto, tres casas se cayeron. (I)