Todo empezó hace seis años. Jefferson Galora era apenas un adolescente. Siempre sintió pasión por la música, cantar lo impulsó a ser una de las voces del coro de la Escuela Municipal de Ciegos Cuatro de Enero, como parte de una obra teatral. El arte que descubrió junto a sus compañeros le fascinó y se aferró a él.

Este año será su sexta intervención en las tablas. A sus 19 años, actuará en el Teatro Centro de Arte junto a 146 actores en la obra Un mundo feliz, que se presentará mañana, a las 19:00.

En el escenario también estará su hermana, Gina Galora. Ambos tienen mucho en común. A sus 17 años, la música se ha convertido en el instrumento para expresar sus emociones en el coro de niños y adolescentes no videntes Notas de Luz, del Municipio de Guayaquil, un paso que también sigue el menor de los hermanos, Moisés Galora, de 15, quien tiene predilección por los instrumentos de percusión. Su preferido es la batería.

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Para los tres hermanos, el arte es su fuente de energía, les ha dado voz y luz.

Jefferson es tímido, pero eso no le impide expresarse con claridad. Está muy agradecido por estos seis años, en especial porque ha aprendido que aunque le falta un sentido ha desarrollado otros que le han permitido crecer como músico.

Actualmente, toca el piano y espera mejorar aún más. “Siempre habrá obstáculos para ser feliz, por eso hay que luchar para vencerlos”.

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No tiene una definición para el arte, solo sabe que descubrió algo hermoso que le permite expresarse a través de la música. Y es, precisamente, el arte el tema principal de la obra Un mundo feliz, del poder que tiene para unificar a los pueblos y combatir el mal.

Los espectadores de la obra podrán ver la lucha entre La Ira (el mal) que expulsa a los artistas del pueblo y mediante un hechizo los condena a vagar por el mundo. La historia no termina allí. Los artistas se unen para difundir sus habilidades artísticas y romper el maleficio.

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La unión también se refleja en los ensayos de los estudiantes de los Centros Municipales de Apoyo Cuatro de Enero; Audición y Lenguaje; de los alumnos integrados de los Centros de Artes y Oficios Amazonas, O’Connor y Huancavilca.

El grupo ensaya hace ocho meses, prácticas en las que participan alrededor de 60 educadores. Ian Moncayo es el director del coro. Conoce bien a cada estudiante, sus historias.

“El primer día que vine aquí, yo estaba muy temeroso, creo que más que ellos, de entrar a enseñar a chicos ciegos”, dice.

Carlos Ussher, director teatral por más de 40 años, tiene otra experiencia. Para Ussher obras como Un mundo feliz también ayudan a romper esquemas sobre la inclusión porque expone el trabajo de los jóvenes con profesores de danza, acrobacia, mimos, canto, entre otras disciplinas. “Yo creo que es necesario que se replique en cada espacio cultural y de enseñanza”. (I)

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