Malecón y El Oro es la esquina dulce del cantón Samborondón. Es ahí donde todos los días, a partir de la 9 de la mañana hasta la 4 de la tarde, Arturo Arana Conga llega con su vitrina repleta de golosinas pequeñas y deliciosas que ofrece a 25 centavos la unidad.

Es cuando los transeúntes que deambulan por esas calles ribereñas se detienen a meterle el diente a esos manjares.

La historia de los dulces de Arturo Arana, samborondeño de 63 años, comienza cuando todavía él ni nacía.

Publicidad

A fines de los años treinta, sus abuelos, Alcibíades Arana y Filomena Valverde, abren La Fama en Malecón y Los Ríos, la primera panadería de Samborondón. Ahora atiende en las calles Bolívar y El Oro.

Arturo cuenta que sus abuelos solo ofrecían pan. Pero como no solo de pan vive el hombre, el asunto se puso dulce en 1941, cuando un tío dulcero llegó al pueblo huyendo de la guerra entre Ecuador y Perú.

“Mi abuelo nos contaba que un tío suyo de apellido Tello vino a Samborondón en los tiempos de la guerra con el Perú; fue él quien trajo las recetas de algunos dulces y les enseñó a hacerlos a mis abuelos en su horno en que solo hacían pan, después otro tío les enseñó a preparar la rosquita samborondeña”, evoca Arturo.

Publicidad

Tenía 15 años cuando empezó a ayudarle a su padre en La Fama. Pero este nunca le dio una receta ni le explicó nada en momentos en que estaba haciendo los dulces sobre el mesón de la panadería.

Eso sí, recuerda que le decía: “A mí no me mires la cara, mírame las manos, que con las manos es que hago todo”. Así viendo las porciones de los ingredientes que ponía, cómo los preparaba, cómo removía la masa y horneaba, yo aprendí”, narra Arturo, quien hace 22 años, cuando murió su padre, tomó el timón de La Fama.

Publicidad

Ese sábado, en la vitrina ambulante de Arturo se exhiben para la venta tres tipos de dulces: pastel de piña –una versión del pie de piña–, manjar blanco y empanada de boda –amor con hambre– conocida así en Samborondón porque en los tiempos de sus abuelos ese bocado dulce era el preferido para brindar a los invitados en bodas y otros eventos sociales.

Esa mañana están ausentes otros bocaditos tradicionales como la cocada, el suspiro y especialmente la rosquilla samborondeña de dulce, que es la golosina tradicional del cantón, pero Arana no la ofrece todos los días, la prepara en la panadería bajo pedido porque “es muy delicada, uno medio la toca y se desmorona”.

Comenta que en La Fama prepara los dulces en un horno de ladrillos que funciona a base de leña –no a gas– y con capacidad para 25 latas de dulce. Usa la mejor leña de guachapelí, manglar o samán. La madera de construcción, afirma, no sirve porque enseguida se convierte en ceniza.

Sus dulces nadie los olvida, dice él y enumera el pastel de piña, el manjar de leche y la rosquilla, porque los samborondeños que residen en el extranjero los piden y él se los manda bien empaquetados en una tarrina, vía agencia.

Publicidad

Su oficio de dulcero ninguno de sus hijos lo ha aprendido, siendo muy posible que con él muera esa dulce tradición.

Aun así, Arturo Arana Conga, en su esquina dulce del cantón Samborondón, asegura: “La tradición de nosotros es hacer cosas buenas”. (I)

Los dulces agarran más sabor porque en el horno se encierra todo el calor por arriba y por abajo”.Arturo Arana Dulcero