La noticia fue escalofriante. La decapitación del periodista estadounidense James Foley a manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI) provocó la condena de la comunidad internacional e hizo evidente el grado de crueldad de estos extremistas que no solo estaban destruyendo Siria e Irak, sino que también amenazaban a Europa y a Estados Unidos.

Ya habían advertido de su ejecución si el presidente de EE.UU., Barack Obama, no ponía fin a los ataques aéreos contra los yihadistas en Irak iniciados el 8 de agosto. Hasta ese momento eran solo amenazas pero la difusión del video en YouTube del crimen de Foley, secuestrado en el 2010, y luego de la ejecución de Steven Sotloff, otro reportero estadounidense secuestrado, y del cooperante británico David Haines originó la reacción de EE.UU.

Con el apoyo hoy de 60 países lidera desde el 23 de septiembre pasado una coalición internacional para detener a esta amenaza terrorista en Irak y Siria.

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Ha logrado frenar su avance en la ciudad de Kobane, situada en el norte de Siria y cerca de la frontera con Turquía, que se convirtió este año en un símbolo de resistencia kurda.

Los peshmerga (combatientes kurdos iraquíes), procedentes del norte de Irak, son el apoyo a esta lucha. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), con sede en Gran Bretaña, desde el inicio de la ofensiva internacional el EI ha perdido terreno y ha sufrido un mayor número de bajas en Siria e Irak. En 40 días, entre octubre y noviembre, se ha reportado unos 2.000 ataques a bastiones antiyahidistas.

“Sabemos que queda mucho trabajo duro por delante”, ha expresado el secretario de estado estadounidense John Kerry al referirse al combate contra el EI que en este mes ha perpetrado atentados en Siria e Irak y ha asesinado incluso a algunos de sus mismos combatientes.

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Países como Australia, Inglaterra y Alemania, que son parte de esta coalición, han elevado su alerta máxima antiterrorista ante las represalias de estos yihadistas considerados más peligrosos que Al Qaeda.

Sus inicios se dan en el 2003 cuando apareció en Irak como un grupo extremista que se oponía a la invasión de EE.UU. y sus aliados. Luego se extendió a Siria, donde la guerra civil le proporcionó un terreno para ganar fuerza, crecer numéricamente y desarrollarse. Después, volvió a Irak, donde comenzó este año su golpe definitivo.

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Se lo conocía como Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). Hoy bajo el nombre de Estado Islámico (EI) controlan una tercera parte de la superficie de Irak y Siria, diluyendo las fronteras establecidas hace 100 años y proclamando un “califato” (un estado islámico dirigido por un califa) dirigido por Abu Bakr al Bagdadi, que se autoproclamó “el califa Ibrahim” a finales de junio pasado.

Los extremistas fusilan o ahorcan a sus enemigos o cuelgan los cadáveres en plazas públicas. Además secuestran y violan a mujeres y muchas de ellas son vendidas como esclavas. Su crueldad la difunden sin censura en internet.

Al Qaeda incluso se ha dado por vencida en la carrera frente al Estado Islámico que ofrece a sus miembros una visión sin precedentes: un estado propio. Ha fundado sus propias provincias, sus leyes y tribunales e incluso circulan en internet imágenes de una moneda propia.

Joseph Bahout, analista del ‘think tank’ Carnegie, considera que la inacción de Occidente en el conflicto sirio fue en parte responsable del ascenso de los yihadistas. El EI empezó a ser visible hace más de 18 meses, cuando contaba con algunos miles de combatientes, y muchos expertos y analistas advirtieron del crecimiento del fenómeno, “pero nadie quiso actuar”, sentencia.

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No hay registros del número de combatientes, pero según datos que difundió la CIA en septiembre pasado, la cifra llegaría a 31.000 en Siria e Irak. De estos, unos 15.000 extranjeros vienen de occidente.

Bahout dice que el EI tiene como eje central de financiación la venta del petróleo y el cobro de tasas en todo tipo de intercambios comerciales en el territorio bajo su control. Además del pago de rescates y la toma del banco central de Mossul. La revista Forbes de Israel reveló en noviembre pasado que el EI estaba entre los grupos terroristas más ricos del mundo con un volumen de dos mil millones de dólares al año.

El analista Bahout considera que para combatir al EI lo primero sería lograr una solución negociada y una transición política en Siria. (I)