Con un traje rojo, cinturón negro, barba blanca y unos lentes antiguos, Carlos Sánchez se instala todos los días de diciembre en la estación navideña del centro comercial Albán Borja. Allí se encarga de divertir y atender a los niños en su rol de Papá Noel.
Rodeado de una escenografía que recrea el Polo Norte, Sánchez escucha a los chicos que se le acercan a pedirle un consejo o dejar sus peticiones de regalos sobre una pequeña banca roja.
Es un oficio que Carlos, de 55 años, cumple este mes y que es diferente a la actividad que desarrolla durante el año como comerciante de frutas en un triciclo por el suburbio de Guayaquil.
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Durante veinte años, dice, su trabajo se ha complementado con la personificación de personajes animados como Winnie the Pooh y Santa Claus en esta época.
“Salía a hacer shows con fotógrafos y animadores por el Malecón y Sauces, ya luego me llamaron (del centro comercial) y vine acá”, cuenta.
Su labor como Papá Noel del centro comercial comenzó hace tres años, cuando su amigo Andrés Chóez le contó de la oportunidad laboral.
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“Me gustan los niños porque yo también guardo el espíritu de niño dentro de mí”, cuenta este guayaquileño.
Con una mochila rosada al hombro, Carlos sale a las 09:00 desde su casa en el Suburbio para llegar a tiempo al centro comercial, alistarse y encarnar al personaje hasta entrada la noche.
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Durante su estancia en el sitio trata de ser espontáneo en las respuestas que da a los niños. Pero a cada uno imparte un mensaje similar, que guarda en su bolsillo: “Querido niño, recuerde que la Navidad es un sueño que se convierte en realidad”, repite Sánchez.
Cada petición significa mucho para él y de ellas conserva historias que lo conmueven. Aún recuerda a un niño que fue abandonado por su padre. “Le dije que su papito ya volverá”, cuenta. (I)