Son posturas, definiciones, críticas que coinciden en una misma frase: “La restauración conservadora”. Para el presidente de la República, Rafael Correa, la encarna la derecha, los del pasado, los que denomina como de izquierda radical, los que en algún momento lo apoyaron y ahora lo cuestionan, la oposición que busca –según dice– frenar “el tiempo de cambios”. Todos, aglutinados para tomar el poder.

Para ellos, los aludidos por el régimen, en cambio, el carácter conservador proviene del mismo Gobierno que autoproclama una ‘revolución ciudadana’, pero ejecuta, a su criterio, políticas que han afianzado el poder del capital. Es lo que denominan cambios para más de lo mismo. Incluso unificaron una serie de criterios sobre el tema en el libro La restauración conservadora del correísmo, presentado el mes pasado y en el que 24 autores, algunos de ellos excolaboradores del régimen, analizan la propaganda oficial, la relación con los medios, la política de acceso a la educación superior, la criminalización de la protesta social...

La Enciclopedia de la política del expresidente de la República Rodrigo Borja define que el conservadorismo no constituye una ideología política, sino un instinto de conservación del statu quo: “Se dice que una persona, partido, institución o gobierno profesa el conservadurismo cuando asume una actitud de inmovilismo ante las demandas y retos de la sociedad (...). Una actitud ante la vida social”.

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Sin una definición conceptual, Correa ha dado énfasis este año a esta restauración conservadora como una amenaza para su estabilidad en el poder. Lo advirtió el 24 de mayo último, en su Informe a la Nación ante la Asamblea, en el que también anunciaba su apoyo a la mayoría oficialista de Alianza PAIS (AP) para efectuar una enmienda constitucional que permita la reelección indefinida para los cargos de elección popular.

Ante este cambio que debate la Asamblea, La oposición hace un parangón con la Constitución de 1869 en la que se aumentó el periodo presidencial a seis años y se estableció la reelección inmediata durante la presidencia de Gabriel García Moreno.

El investigador de la Universidad Central del Ecuador, Francisco Muñoz, uno de los autores de La restauración conservadora del correísmo, afirma que la construcción de esta idea se hace más evidente luego del “revés electoral” de AP del 23 de febrero último en ciudades como Quito, Guayaquil y Cuenca.

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Para Muñoz, la falta de apoyo mayoritario a los candidatos oficialistas en las seccionales evidencia el “declive del correísmo”, que viene desde el 2012, según él, debido a políticas regresivas, como las propuestas para enmendar la Constitución.

El miedo que se intenta generar al hablar de la “restauración conservadora” que llevará hacia la crisis del pasado, dice Muñoz, aparece como un escudo que cubre el “momento difícil” que atraviesa ‘la revolución’, “en el sentido de su cambio o de la mantención del proceso a través del mismo personaje”.

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La asambleísta oficialista Ximena Ponce sostiene que hablar de la restauración conservadora no es alarmar a la población ni significa que AP esté asustada. Para ella, se trata más bien de ser precavidos ante estas fuerzas políticas que “se resisten a los procesos de transformación y que tratan de conservar las estructuras del pasado”.

Desde el oficialismo se afirma que esta es una tendencia regional de desestabilización y que así como en Venezuela está Henrique Capriles y en Argentina Mauricio Macri o Sergio Massa (exaliado de la presidenta Cristina Fernández), en Ecuador hay figuras que la representan como el exbanquero Guillermo Lasso, líder del movimiento CREO, y Mauricio Rodas (SUMA), actual alcalde de Quito.

Mauro Cervino, coordinador del Departamento de Estudios Internacionales y Comunicación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), afirma que hay intentos de la oposición de agruparse y poder construir un proyecto político conservador, pero al mismo tiempo observa ciertas tendencias conservadoras en el propio régimen. “Estas posiciones más conservadoras al interior del Gobierno pueden estar haciendo también un juego a las propias oposiciones políticas”.

Cervino y Muñoz coinciden en que desde hace dos años se dan contradicciones ideológicas al interior de un proyecto oficialista que muchos pensaban que era progresista, como alcanzar un Tratado de Libre Comercio bajo el nombre de acuerdo comercial con la Unión Europea, las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional y otros organismos que hasta hace poco eran criticados por Correa.

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El historiador y rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, Enrique Ayala Mora, dice que el Gobierno quiere implantar en el imaginario que cualquier reemplazo del correísmo es un retroceso a la vieja partidocracia. “El país tiene derecho a avanzar hacia adelante en términos progresistas, es decir, ir a un proyecto que sí se considere realmente progresista, que no es el de Correa”, afirma.

Ponce responde que dentro del movimiento oficialista hay una serie de tendencias, incluido el conservadurismo, pero considera que estas siempre responden al principio que proclama AP, de ser “un movimiento de izquierda que construye el socialismo del Buen Vivir”.

Para Ayala Mora, la dualidad Correa-Lasso “es el enfrentamiento de quién dirige la consolidación del proyecto capitalista en el Ecuador”. En esa medida, dice, se debe plantear una salida verdaderamente de izquierda que supere a los banqueros que representan a la vieja derecha y a la nueva derecha correísta “que está haciendo básicamente lo mismo”. Es lo que Alberto Acosta, exministro de Energía del actual régimen, cataloga como “el gran reacomodo de la economía capitalista” en el libro La restauración conservadora del correísmo.

Ponce reconoce que lo que se vive en el país es un capitalismo, pero un capitalismo que está en transición, que cada vez adquiere tintes mucho más democráticos, humanos y justos.

Hay una restauración conservadora, de derecha, de las élites de siempre del continente, para parar esos procesos progresistas en nuestros países”.Rafael Correa Presidente