Actor y director, considerado referente del teatro de improvisación en el medio, Fabricio Mantilla, machaleño de nacimiento, es un convencido de que su destino está ligado a Guayaquil, ciudad a la que considera subvalorada como tierra de cultura.

Al momento prepara su cuarta obra como director: El ansia, basada en la obra Soñar despierto es la realidad, de la argentina Mariana de la Mata, una novel dramaturga argentina de 28 años, con la actuación de Ruth Coello, Paco Barcia y Verónica Garcés. La obra se presentará los días 5, 6, 12 y 13 de diciembre en el Centro de Reuniones Guayaquil, en Circunvalación 312 y Todos los Santos, Urdesa.

“Guayaquil siempre ha tenido una cultura riquísima, pero ha estado soslayada, ha sido cuna de una enorme cantidad de cosas nuevas, emergentes, que la gente apenas ve, pero que aparecen primero aquí y que cuando se convierten en un establishment llegan a Quito, Cuenca y el resto del país”, asegura.

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“Acá experimentamos. Cuando se convierte en hipótesis o teoría, llega al resto del país. Cuando crezca la improvisación acá y aparezcan varios grupos, seguramente iremos a Quito”, sostiene.

Lo explica señalando que Guayaquil es una ciudad de agua. “¿Cómo puedes organizarla? Aunque la contengas está desordenada”.

Aunque nació en Machala y estudió el colegio en Quito, afirma con orgullo: “Soy guayaquileño”.

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“He descubierto que Guayaquil es mi lugar seguro. Siempre vuelvo, no importa dónde me vaya o lo que haga. Es una relación amor-odio. Difícil para hacer arte y teatro, pero de la que no puedo irme”, dice.

Rememora sus inicios. “Crecí con la generación que decía que si estudias no puedes hacer teatro, era impensable, cosa de locos. Nos exigían ser ingenieros o abogados”.

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Por ello estudió Diseño Gráfico y trabajó en una agencia de publicidad hasta que buscó cursos para combatir al estrés y así se contactó con el grupo Fantoche. Luego de un año tuvo que tomar una decisión trascendental: o el estudio o el teatro. “Me la jugué, suerte o tripa me dije. La pasé muy duro al principio porque a veces había trabajo y a veces, no”. Se unió a la compañía como diseñador y encargado técnico. “Pasaron dos años antes de mi primer papel en Belisario, dragón temerario, de Hugo Avilés. Dos años después hice Casa matriz, de una autora argentina. “Desde allí ya no barría el escenario”, dice riendo.

Los referentes de teatro en Guayaquil eran Fantoche, con Hugo Avilés y Ruth Coelho; Gestus, con Bernardo Menéndez y Virgilio Valero; Kurombos, de Augusto Enríquez; y el Teatro Experimental Guayaquil, de Marina Salvarezza.

Cuando Fabricio entró, Fantoche estaba en la onda de la improvisación, adoptada luego de un viaje en 1998 a Argentina. Fue un boom porque rompía el concepto de que en el teatro nada se improvisa.

Recuerda que la gente enloqueció con las presentaciones en la pista de hielo San Bernardo. “Tuvimos casa llena todos los fines de semana por dos años. Hasta entonces (2001), ir al teatro era tener una posición social. Con nosotros la gente compraba sándwiches de chancho, pizzas, colas y cerveza, y se sentaba en el piso. Fue el primer espacio de teatro alternativo. Parecía el Renacimiento cuando la gente iba al circo, veía el espectáculo, comía y bebía, una onda dionisiaca”.

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De a poco volvieron a las obras de texto porque debieron actuar en espacios con el público sentado en butacas “donde no se sentía la libertad y no funcionó”.

Explica que a los guayaquileños les gusta la improvisación. “El público se identifica y se vuelve cómplice del actor que le dice: estoy aquí, no tengo texto, voy a improvisar, ¿qué quieren que haga? Con un ápice de maldad piden cosas raras y cuando el tipo responde, se pican y piden algo más difícil”.

Tras trece años con Fantoche en los cuales reconoce “un crecimiento abismal”, desde hace dos actúa solo. “Fue otra decisión muy dura. Me separé para crecer”, señala.

Confiesa que se define más como improvisador que como actor y reconoce: “La improvisación es algo que me sigue carcomiendo la cabeza y mi mayor objetivo es buscar un teatro fuera del teatro para conectarme con la gente”.

“No pienso en el futuro, el ahora es lo único que importa. Estoy haciendo teatro y dirigiendo una obra, mañana me puedo morir”.

Ahora hay más oferta para teatro, pero también más demanda. Si antes tocabas tres o cuatro puertas, ahora ya tienes diez, pero debes saber hacerlo”.