El Campo Mariano, un gran espacio cubierto de pasto, ubicado atrás del Santuario de la Virgen del Quinche, se convirtió este sábado en el escenario de descanso de miles de fieles que llegaron a la madrugada para rendir honores a la Señora de la Presentación del Quinche.

Los feligreses evidenciaron en sus rostros el esfuerzo de la caminata, unas ocho horas desde Quito hasta esta parroquia que lleva el mismo nombre de la virgen; y de la falta de sueño como Josselyn Catota de 18 años y su madre Blanca García de 39, que caminaron 60 kilómetros movidas por la fe, desde Calderón (norte de la capital). Ellas solo se detuvieron en el puente de Guayllabamba para comer un seco de pollo y tomar fuerzas.

Video de Alfredo Cárdenas

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El sacerdote Luis Ernesto Restrepo, colaborador de la Pastoral del Santuario, contó que para la celebración del fin de semana se estima más de 200.000 caminantes, fieles que cuentan con el apoyo de miembros de la Policía del Distrito Metropolitano de Quito y de la Policía Nacional que les ofrecen seguridad a lo largo de toda la vía, evitando el uso de chaquiñanes y controlando el tránsito vehicular.

Desde las 18:00 del pasado viernes se decidió cerrar casi por completo las vías que comunican a El Quinche, excepto la Ruta Collas que se dirige al aeropuerto de Tababela. Este cierre se extenderá hasta la madrugada del domingo.

Desde otras ciudades

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Eduardo Córdova, de 50 años, y su esposa Luz Salazar, de 38, llegaron desde Quinindé (Esmeraldas) para participar en la romería. Caminaron desde Carapungo (norte de Quito) desde las 21:30 del viernes hasta las 07:30 del sábado. Ellos señalaron que es la primera vez que participaron y que estuvo muy cansado, "pero la virgen merece eso y mucho más".

Córdova y su esposa llegaron para dar las gracias por los favores recibidos, pero también para pedir por la salud de la familia, por el trabajo, por sus hijos.

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Mientras, Juan José Troya y Carmen Rivadeneira, casados hace dos meses, llegaron al Santuario desde Chillanes (Bolívar). Ellos participaron en la romería con un solo objetivo: obtener bendiciones para su matrimonio.

El Campo Mariano se pobló de caminantes, unos acostados, otros sentados, otros de pie, todos con algo en su manos: fotos de la virgen, velas encendidas, rosarios, crucifijos, recuerdos con sus nombres elaborados al instante.

Los alta voces retumbaron en todo el Campo durante las misas que iniciaron a la media noche y se replicaron cada hora, se escucharon sermones, alabanzas, música, era un primer día de fiesta religiosa. Muchos cantaban a viva voz, otros oraban en silencio y lloraban.

A un costado y al frente de la Iglesia se multiplicaron los puestos de venta de comida, cañas de azúcar, melcochas, recuerdos, velas, incienso, fotos de la virgen.

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