Una antigua tradición familiar de tomar café hecho a base de haba busca transformarse en un producto de consumo masivo. Carlos Ayala, de la microempresa Ayala y Flores Productos, de la parroquia Alangasí, en el sureste de la capital, explica que en una reunión se recordó que los abuelos elaboraban la bebida en el pasado y así surgió la idea del negocio, que hoy da trabajo a diez personas.

“Empezamos prácticamente con un tiestito y lo molíamos artesanalmente, ahora ya tenemos el horno para tostar, tenemos el molino”, explicó Gabriela Simbaña, socia del emprendimiento, acerca de la máquina en la que invirtieron $ 15.000.

La pequeña fábrica se encuentra en el Valle de Los Chillos desde hace 4 años.

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La distribución del producto llega a Riobamba, Ambato, Latacunga y Salcedo. Desde hace unos seis meses ya se lo vende en locales comerciales de Quito, y aspiran a llegar a cadenas de supermercados.

La producción del café comienza con la compra de las habas, en las faldas del cerro Ilaló, a personas que siembran el producto. Luego, escogen las más aptas, las tuestan, se las enfría y las micropulverizan, a decir de Simbaña. El proceso, que dura aproximadamente dos días, concluye con la colocación en los envases (tarros).

Entre las bondades que, asegura Simbaña, tiene el café de haba están la estimulación del sueño y que aporta con vitaminas al cuerpo, además, lo pueden consumir los diabéticos.