A los 7 años, Germán Yagual llegó desde Santa Elena hasta Guayaquil en busca de trabajo. Lo encontró en las calles aledañas al antiguo Mercado Sur, ahora Palacio de Cristal.

Hasta los 12 años, una caja de madera, betún, cepillos y franelas fueron las herramientas que ayudaron a pagar sus estudios, hasta que ingresó al mercado para cargar bultos y hacer las compras.

Su deseo de superación, sin embargo, lo llevó a estudiar una carrera. En 1990 egresó de abogado y desde entonces ejerce la actividad. Yagual es un ejemplo de superación, de aquellos niños que, como recrea la escultura del menor betunero que el Municipio instaló en la calle Panamá, comenzaron a laborar desde chicos.

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“Todo depende del niño, de la educación que reciba en la casa, porque es un sacrificio betunar, y sobrevivir con eso es un sacrificio doble. Cuando yo comencé era más difícil”, afirma Yagual sobre esta realidad.

La efigie de bronce del menor betunero ha generado cuestionamientos del presidente Rafael Correa, quien dice sentir “vergüenza” de que se haya incluido esa imagen como parte del folclore y que más bien debería ser un monumento para recordar lo que se debe cambiar, como el trabajo infantil.

El alcalde Jaime Nebot replicó que eso es parte de la historia de la ciudad, así como Guayaquil superó la época en la que se caminaba descalzo y se secaba cacao en esa calle. “Referirse a la historia no es mentir ni ofender”, dice.

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Quienes ejercen el oficio de limpieza de calzado, algunos que como Yagual se iniciaron desde niños, tienen diferentes apreciaciones de la escultura.

Juan Límber Galarza, quien lleva 32 años en este oficio, asegura que esta actividad es tan sacrificada como cualquier otra. Él laboraba afuera de la iglesia San Francisco. En el 2000, la regeneración urbana lo reubicó en Víctor Manuel Rendón y Lorenzo de Garaycoa.

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Cuenta que en sus inicios veía más niños betuneros, por eso cree que la escultura refleja parte de esos años. “No debería quitarse la escultura. Cuando comencé se veían niños en los parques”, acota.

En el centro de la urbe es común ver a los betuneros en sus quioscos, donde fueron reubicados por la regeneración urbana. Verónica Anchundia labora en Pedro Moncayo y 9 de Octubre. En su puesto, junto al exhibidor de periódicos que también despacha, bolea unos 16 pares de zapatos al día. Trabaja desde las 07:00 hasta casi las 20:00.

Ella aprendió el oficio de su esposo, a los 16 años, cuando vendía flores en los malecones. “Con esto nos ayudamos entre los dos, él betuna en 9 de Octubre y Quito”, comenta. En la mañana su segunda hija estudia en una escuela del centro. Cuando sale por la tarde, la pequeña la acompaña en su puesto. “Con esto pago el cuartito que nos alquilan a $ 70 aquí en el centro”, dice.

Sostiene que muchos de los betuneros comenzaron a laborar desde chicos. “Esa es una realidad que muchos niños han vivido”, agrega.

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Juan Velásquez, de 64 años, lustró por primera vez zapatos a los 10 años. Su abuelo, quien tenía un puesto de revistas en Boyacá y Colón, le enseñó.

‘El Mexicano’, como lo conocen sus amigos, retomó su caja y sus betunes, luego de trabajar como estibador hasta hace tres años. “Betunar zapatos es fácil, como cualquier cosa, pero no todos quieren hacerlo, les da vergüenza. Con esto he ayudado a mi familia”, expresa.

EN REDES SOCIALES
Es un homenaje a las personas que se esforzaron por llevar comida a su casa honradamente.
David Rosado

Mi abuelo me enseñó que ser betunero no es humillación, es fe y alegría; él lo hacía porque le gustaba y no lo hacía de mala gana.
Geovanny Chávez

Es un monumento en honor a la historia del niño luchador por salir adelante, el que sufre y lucha, triunfa, y hoy somos profesionales (...). Yo me inicié limpiando zapatos.
Yonyolonis Muñoz

Sobre la escultura del niño betunero, qué vergüenza, esta obra no le hace bien a la ciudad ni al turismo.
Juan Urbina

Se debe quitar esa escultura del niño betunero porque lo que representa es el trabajo infantil, cosa que debe quedar en el pasado.
Álex Galán

No me parece inaugurar la escultura de un niño betunero en un país que lucha contra el trabajo infantil.
Jimmy Vásquez

50
centavos de dólar es el precio de la lustrada de zapatos.