En varios poblados del sur del país, prácticamente deshabitados por la emigración, centenares de niños se cansaron de esperar a sus padres y han emprendido, solos, el peligroso viaje de reencuentro hacia Estados Unidos.

"Este año tenemos una terrible y lamentable cifra que supera los 600 niños que han viajado no acompañados" en busca de sus familias, dijo la viceministra de Movilidad Humana, María Landázuri. El número triplica los casos registrados en 2013.

Son muchos, pero nadie habla abiertamente de los "niños emigrantes" porque sus familias o amigos saben que viajan de forma ilegal con ayuda de coyoteros (traficantes de personas), pagados por sus padres desde Estados Unidos.

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"Conozco de dos niños que se fueron con coyoteros. Conmigo vivió como 15 días la niña, la última que se fue (...) Así se van, no les importa nada. Es muy dura la situación, muy riesgosa", dice bajo anonimato una madre en Déleg, un poblado en Cañar, la provincia de los Andes ecuatorianos más afectada por la emigración.

Ubicado a 285 km al sur de Quito, en Déleg (llanura en lengua aborigen) muchas mujeres se quedaron a cargo de los niños a la espera de que sus esposos regresen convertidos en "nuevos ricos", como se conocen a los emigrantes que lograron "coronar" (quedarse) en Estados Unidos, donde permanecen ilegalmente.

Con el dinero que ellos envían se han levantado casas lujosas que parecen incrustadas en las montañas de Déleg, Bayandel y El Rocío, poblados separados por pocos kilómetros que comparten el mismo aspecto fantasmal, porque hoy muchos de sus habitantes también partieron.

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Abandonadas o todavía sin terminar, estas mansiones testificaron por mucho tiempo el éxito de los emigrantes, pero hoy el tema de conversación es otro.

"Hay bastantes casos de hijos que se quedaron solos y ya son adultos. Esos 'guaguas' (niños pequeños) se quedan con los abuelos. A los abuelos ni siquiera les hacen caso, prácticamente se crían solos y se vuelven un problema", dijo a la AFP una mujer de 62 años que pidió no ser identificada.

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Al igual que en Centroamérica, de donde muchos menores emigran para huir de la pobreza y las pandillas, los niños de Cañar salen en busca de sus padres tras esperar en vano su retorno.

Por 10.000 dólares a los traficantes, la travesía empieza en barco hasta Centroamérica y de ahí por tierra a México y Estados Unidos. Una ruta conocida como "el camino" y plagada de riesgos por cuenta de las bandas que violan, extorsionan y matan emigrantes.

"El año pasado, mi hijo de 20 años, estaba por irse por el camino y le dije: no quiero que te vayas por el camino por nada del mundo", cuenta Ana, una vendedora de ropa de 42 años.

El joven quiere reencontrarse con su padre, un ecuatoriano que emigró hace 16 años a Estados Unidos y quien pese a los pedidos de su familia no ha regresado.

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Nube, una costurera de 45 años, también aprendió a lidiar con la ansiedad de sus hijos por la prolongada ausencia del padre. De ellos, el de 14 años y quien desde los cuatro no tiene contacto con su padre, quiere viajar. "Quiero irme a verle, si no, que venga", afirma el joven.

Su hermana de 18 años, "quiere presentarse para (obtener) una visa e irle a ver al papá, a ver qué pasa, por qué no viene" después de una década de ausencia, dice la mujer.

Se calcula que 1,6 millones de personas han emigrado de Ecuador por razones económicas, la mayoría desde finales de los años 1990 a causa de una severa crisis financiera. Estados Unidos, España e Italia son los principales destinos.

El gobierno, que ofrece facilidades para el retorno, afina fórmulas para enfrentar el nuevo fenómeno de los niños emigrantes. De los 626 que han viajado este año sin compañía, 26 fueron detenidos temporalmente en Estados Unidos y ya se reencontraron con sus familias.

"Tememos por muchos que no sabemos de su destino", reconoció la viceministra Landázuri.