Un encuentro con la naturaleza, lleno del verdor de los árboles y el cantar de las aves, es parte de lo que guayaquileños, durandeños y turistas podrán disfrutar en la isla Santay.

A este humedal se puede llegar a pie o pedaleando a través de dos pasos peatonales. Es una opción de recreación en el feriado por el Día de los Difuntos y de la independencia de Cuenca, 2 y 3 de noviembre.

Un puente empieza en la calle El Oro, en el sur de Guayaquil; y el otro, parte del malecón Abel Gilbert, en Durán.

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El paso peatonal Guayaquil-Santay mide 840 metros de longitud. Al llegar a la isla se accede por un sendero a la ecoaldea, en una ruta de 2 kilómetros.

El paso peatonal Durán-Santay mide 678 metros de longitud. En la isla, esta ruta se enlaza con un sendero de 4,5 kilómetros, donde se puede fácilmente ver el cerro Santa Ana y otros íconos guayaquileños.

Ir en bicicleta de Durán a Santay y de allí a Guayaquil, un circuito de unos 6 km, toma 45 minutos en promedio.

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Los visitantes que deseen recorrer este pulmón deben ir con un vestuario cómodo, zapatos deportivos y bebidas hidratantes, porque el camino es “largo y cansado”, coinciden los turistas.

Durante el camino se pueden admirar a pequeños cangrejos en el manglar y a los pájaros sobrevolar por los frondosos árboles, mientras se siente la fresca brisa del río Guayas.

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En el sendero que va de Durán a Santay, los caminantes también podrán disfrutar de una mirada diferente de Guayaquil. El cerro Santa Ana, el malecón y los altos edificios, como La Previsora, se pueden apreciar entre el manglar.

“Es una hermosa vista, un lugar diferente, donde podemos convivir con la naturaleza”, expresa el colombiano Diego Pulido, quien junto con su esposa, la ecuatoriana Selena Camargo, visitó la isla por primera vez el martes pasado.

La pareja, así como otros turistas, desconocía cuánto tiempo duraba el recorrido.

A quienes caminaban en sentido contrario les preguntaban: ¿Cuánto falta para llegar?. “Mucho”, contestaron visitantes.

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Elizabeth Cepeda y Ericka Nimo también caminaban por el sendero y una iba descalza porque afirmó que así se sentía cómoda.

A lo largo de esta ruta no hay una señalética que indique a cuántos metros está la ecoaldea. Solo se indica a cuánta distancia se está de las baterías sanitarias –hay cinco–, que se limpian todas las noches, según personal de limpieza.

Una observación de los caminantes sobre este centro turístico es el irrespeto a ciertas normas de la isla. La mayoría de ciclistas no se mantienen a la derecha; los peatones tampoco caminan a la izquierda. En algunos casos, dueños llevan a perros, pero sin bozal.

De junio pasado a mediados de octubre, más de 500.000 visitas ha recibido la isla.

En la ecoaldea viven 56 familias. Ahí hay un comedor. Se puede degustar pescado frito con arroz y menestra, seco de pollo, cebiches, entre otros.

A pocos metros está el Paseo de los Cocodrilos, que va hacia La Cocodrilera. Luego de 25 minutos se llega a un mirador, desde donde se podrán apreciar los once reptiles que viven en dos lagunas. Más adelante, patillos nadan en otra laguna.

Hay tres cabañas para alojarse (cuatro personas en cada una). La noche cuesta $ 30.

500
mil visitas ha recibido la isla desde junio hasta octubre.

Apuntes
en la isla

Servicios
Al llegar a la ecoaldea hay cuatro cabañas, una de artesanías y tres de comida. También se abrieron ayer nuevas baterías sanitarias.

Próximo atractivo
Actualmente se trabaja en la construcción de otra caminera elevada, desde la ecoaldea, que tendrá unos 400 metros hasta llegar a una torre –también en construcción– que permitirá hacer canopy.