En medio del regateo entre comerciantes y sus clientes, en el sector de la Bahía y a partir del mediodía se percibe una mezcla de olores proveniente de los vendedores que a esa hora destapan sus tarrinas para almorzar. Algunas llegan desde comedores cercanos, pero la mayoría se despacha desde diversos sectores de Guayaquil.

Al adentrarse en los angostos pasillos que hay entre cada bloque de puestos, los olores se hacen más fuertes. En ese mundo comercial y en sus alrededores, unos diez restaurantes y más de quince personas dan el servicio de almuerzos a cada puesto.

En el sector de la Villamil hay tres locales de comida que ofrecen más de cinco opciones de almuerzos. Uno de ellos es el restaurante Kevin, el cual tiene cinco décadas alimentando a los vendedores de esta zona.

Publicidad

A diario, este local prepara y vende en promedio unos 200 platos, afirma Alberto Granda, propietario del comedor. De esa cifra, el 60% lo distribuye a sus clientes en los módulos. “Una hora antes, el repartidor visita a los comerciantes y les da el menú para que nos confirmen lo que desean comer”, sostiene. El almuerzo cuesta dos dólares.

Pasado el mediodía preparan las tarrinas y las entregan a los comensales, en sus puestos. Así, ellos no dejan de atender.

Del lado de la calle Calderón hay otro local más, Mi Tierra Linda. El sitio es amplio y vende más de 200 almuerzos, a $ 2,50. Mientras ese sitio está lleno, otros dos hombres pasan por esa zona promocionando sus menús, a dos dólares. Ambos transportan las tarrinas en bolsos plásticos.

Publicidad

Otros entregan los pedidos discretamente. En una esquina, una pareja se ubica con dos bandejas que tienen unas 50 tarrinas, cada una tiene escrito pollo, carne o pescado en la tapa plástica. Aparte llevan las fundas para armar los conjuntos de sopa, arroz y jugo en funda.

Ellos llegan a diario desde el Cristo del Consuelo para repartir a sus 25 comensales de esta zona, dice uno de ellos. A dos cuadras, del lado de la calle Pichincha, Vilma Alejandro también arma los recipientes de almuerzos, que no son descartables. Ella, residente del sector del puente de la A, tiene diez años ofreciendo sus platos.

Publicidad

Alejandro prepara a diario 50 almuerzos. En diciembre, asegura, las ventas se duplican. “Hay mucha competencia en este sector, pero Dios da para todos”, sostiene.

“Por aquí (Villamil) pasan unas siete personas ofreciendo los almuerzos, yo varío de proveedor de comida, dependiendo el menú”, dice la comerciante de ropa, Lidia Alcócer.

Más adelante, en las calles Eloy Alfaro y Ayacucho y sus alrededores, seis repartidores entregan los pedidos a los comensales. Unos llegan del suburbio para repartir los 40 almuerzos a un costo de $ 2.

Fernando Macías, propietario del local Fogón Chileno, ubicado en Cuenca y Cacique Álvarez, también reparte su comida a unos 30 clientes de esa zona de la Bahía.

Publicidad

De una vivienda de Colinas de la Alborada, Jefferson Yaure lleva los almuerzos, con sazón esmeraldeña, a unos 60 comerciantes de la Bahía y a 30 más del Mercado Artesanal.

Yaure junto con su familia tiene tres meses ofreciendo los almuerzos y hasta ahora, asegura, le va bien. A las 17:30 regresará, como la mayoría de proveedores, a cobrar y promover el menú del día siguiente. Su meta es abrir su propio establecimiento, a futuro.

25
opciones de almuerzo para comerciantes de la Bahía.

Menú
Secos de pollo, arroz con menestra y pescado frito, sancocho de pescado, sopa de lenteja, carne apanada con arroz y puré, son parte del menú.

Otro local
El restaurante vegetariano Fénix (en av. Quito y Luis Urdaneta) entrega almuerzos a 5 comerciantes, a $ 3,30.