Tal fue, lo es y será, esta bella Guayaquil,/ libre al brillar al rojo la Fragua de Vulcano / que la encendió Antepara y atizó Villamil..// Así fue independiente en un Nueve de Octubre... José Antonio Gómez González

En reemplazo de los antiguos ‘jardines’, que hasta los años 50 del siglo XX vendían arreglos florales, plantas medicinales y de adorno, y además en sana competencia con los viveros estables de la actualidad, los negocios similares a estos últimos, pero de tipo ambulante, se han multiplicado en la ciudad y son parte del paisaje urbano.

Maceteros con varios tipos de palmeras, plantas ornamentales y árboles en proceso de crecimiento ocupan carretillas y triciclos que usan los comerciantes en sus largos recorridos por ciudadelas y barriadas para ofrecer a las amas de casas y los amantes de la jardinería su preciosa carga, que se complementa con la tierra de sembrado, los fertilizantes, las herramientas, las figuras de cemento y barro, etcétera.

No es raro sino común observar ahora a los triciclos y carretillas –verdaderos viveros ambulantes– en plena labor por distintos sectores de la metrópoli, y ser bien recibidos por los interesados que se ahorran viajes especiales a los negocios de ubicación fija y los que hay en el Mercado Central, Capitán Nájera y Eloy Alfaro, entre otros, que igualmente atienden a muchos clientes.