Estoy receptivo a la plena expresión de Dios en mí.

En mí
Dios en mí satisface todas mis necesidades. Cuando pensé estar separado de Dios, tal vez me sentí perdido y solo. Si he estado enfocado en mis limitaciones y temores, tal vez haya sentido que no merezco el bien de Dios. Sin embargo, al abrirme a la presencia de Dios en mí, me doy cuenta de mi valor inherente. Aunque los retos y circunstancias de mi vida cambien, Dios en mí es infalible, constante y fuerte.

Al orar y meditar, centro mi atención en todo lo que soy

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en Dios. Comienzo por concentrarme en mi respiración y observo lo que ocurre en mi cuerpo y con

mis emociones. Luego, voy más allá de lo físico, y experimento unidad. Estoy consciente, atento y receptivo a la plena expresión de Dios en mí.

Lucas 17:21
“El reino de Dios está entre ustedes”.