Quería ser ingeniero en Minas y Petróleos, pero cuando terminó el colegio, la carrera no se abría en la universidad en la que él quería estudiar. Unos amigos de la secundaria lo motivaron a que estudiara medicina con ellos. Aunque la mayoría se retiró, Johnny Correa Gurumendi no se desmotivó y desde hace 35 años es un médico entregado por entero a su profesión en Tarifa, la parroquia donde nació.

“Es una de las profesiones donde se puede demostrar mucha bondad, yo me animé a seguir porque veía que se carecía de subcentros de salud, y había pocos médicos en Samborondón”, indica.

Después que terminó la carrera de Medicina y Cirugía, decidió dejar los largos viajes en lancha hacia Guayaquil y otros días que tenía que dormir en la ciudad, para construir un policlínico en un espacio de su casa, ubicada en las calles Abdón Calderón y Samborondón.

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Johnny empezó a brindar atención con su esposa, Esther de los Ángeles Michelena, enfermera profesional.

Comenta que a su padre, Agustín Correa Cavagnaro, quien era agricultor, siempre le preguntaban: “¿Por qué su hijo se quiere quedar en Tarifa, aquí es difícil para él”.

Dice que siendo un médico joven no parecía sencillo ganarse la confianza y el cariño de los pacientes de forma rápida, pero sucedió lo contrario, ya que cuando empezó tuvo un promedio de 100 pacientes al mes. “Lo que mejor hicimos fue quedarnos aquí con mi esposa. Al comienzo yo lloraba con los familiares de los pacientes cuando fallecían, pero mi papá me animaba y exhortaba diciendo que había elegido esta profesión y debía ser fuerte y seguir”, asevera.

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Recuerda que cuando comenzó su trabajo a veces tenía que pedir a los vecinos que le colaboren con su carro para trasladar a quienes requerían ir por emergencia a un hospital. “La mejor satisfacción para un médico es cuando te dicen: ‘por usted vivo’”.

La mayoría de casos que se presentan en el sector son mordedura de culebra, cólera, enfermedades broncopulmonares, anemia, parasitosis y envenenamiento con los químicos que se utilizan para el cultivo de arroz, comenta.

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“Aquí vienen de los recintos y de otras ciudades y provincias por recomendación de familiares. Todos los pacientes siempre han recibido la misma atención. Si no tienen un medicamento y lo tenemos a su alcance se lo damos sin ningún problema, a veces nos han dado gallinas, patos y huevos por la consulta. Si no tiene dinero para pagar no le cobramos”, asegura.

Pese a que en la parte externa del consultorio médico hay un letrero donde se indica que los horarios de atención son en la mañana y tarde, sus jornadas son indefinidas. “Si nos tocan la puerta a la medianoche o madrugada no tenemos inconvenientes en atenderlos”.

Recuerda entre sus anécdotas, una noche cuando llegó un hombre de 40 años con una herida en el cuello. “Cuando le dije déjeme ver la herida, la sangre le salía en abundancia, era una emergencia y como no teníamos carro para trasladarlo a una casa de salud en Guayaquil, decidí hacer la cirugía”.

Relata que al día siguiente el paciente regresó con una radiografía en mano que se había realizado en un hospital . “Él señor me dijo que el médico que lo atendió le recomendó que viniera al consultorio para agradecerme porque le había salvado la vida”.

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El deseo de impulsar proyectos para ayudar a su comunidad lo llevó a aceptar la propuesta de ser candidato a concejal, se postuló y triunfó en dos ocasiones. Desde ese cargo presidió la comisión de salud, a través de la cual impulsó varias iniciativas como campañas de prevención de enfermedades.

En la actualidad recibe un promedio de 250 pacientes cada mes. De 61 años de edad, tiene una especialización en acupuntura y sostiene que aspira a seguir preparándose y continuar en su trabajo hasta cuando tenga lucidez para hacerlo.

Aún conserva con cariño uno de los cuadernos donde anotó algunas de las primeras cesáreas que hizo. Quiere dejar el legado a sus hijos. El menor, Johnny, de 26 años, estudia medicina; la mayor, Jennifer, de 30 años, es licenciada en Terapia Física y Rehabilitación.

Dicen de él A él le gusta ayudar. A veces le han pagado con gallinas o patos. Hay casos en los que no ha cobrado si no tienen como pagar”.Edilma García Enfermera