El celeste y blanco no solo flamea en las banderas de Guayaquil que engalanan la ciudad, también rueda por las calles de la urbe, motivando a sus habitantes a demostrar el amor que sienten por la Perla del Pacífico, que hoy inicia sus festejos de independencia.

Nicolás Carló Paredes plasmó y comparte ese sentimiento en el Guayaquileño, su auto clásico de 1977, pintado de celeste con blanco y con muebles tapizados de los mismos colores. Adhesivos, con los mensajes “Orgullosamente Guayaquileño” y “Guayaquil Independiente”, en los parabrisas delantero y trasero, reafirman el afecto que le tiene a la ciudad que lo vio nacer y crecer.

El Guayaquileño circula por la urbe, pero en julio y octubre desfila por las fiestas del proceso fundacional e independencia, respectivamente, desde hace cuatro años. Es una forma de decir lo orgulloso que se siente ser guayaquileño, comenta Carló, vestido de guayabera blanca, pantalón negro y un sombrero.

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Él afirma que su amor por la urbe se afianzó cuando cumplió 18 años, en 1973. En la dictadura militar comandada por el Gnral. Guillermo Rodríguez Lara, Guayaquil fue víctima del centralismo, según él.

“Era una ciudad importante, comercial, había embajadas, industrias y todo cambió”, recuerda Carló, de 59 años.

Décadas después, Carló también vivió el cambio urbanístico de la ciudad que llegó con la regeneración urbana, en el periodo de León Febres-Cordero. “Él le devolvió la dignidad a la ciudad”, afirma y aclara que no es político.

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Para él, el guayaquileño es trabajador, solidario, luchador, irreverente, impetuoso, que se indigna ante las injusticias. Lo que aún le falta y en lo que debe trabajar es en la cultura de cuidar a su ciudad, asegura Carló, mientras recibe la felicitación de un transeúnte por el Guayaquileño, el cual adquirió de color blanco hace siete años.

“Lo compré como repuesto de otro vehículo, porque estaba abandonado cinco años en La Saiba. Pagué más por multas que por el carro. Luego pensé en plasmar en ese carro mi amor por la ciudad”, dice.

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En este mes saldrá a desfilar en el Guayaquileño con sus amigos del club Clasic Power, que también tienen autos clásicos, en homenaje a la Perla. El día aún no lo definen.

Mientras tanto, ya planea pintar un segundo auto y una motocicleta con la misma temática guayaquileña.

Mi carro es una manera de decir que soy un guayaquileño orgulloso, de la tierra que me vio nacer y crecer, en dónde cada día luchamos y donde probablemente moriré”.Nicolás Carló Paredes, de 59 años