“No puedes moverte, ni para un lado ni para el otro, solo quieres gritar. Es un dolor indescriptible, no sé cómo describirlo”. Es el sufrimiento que experimenta Grace Boada, de 21 años, quien vive en Quito y padece cáncer de ganglios linfáticos desde los 17 años.

Este mal la dejó parapléjica, limitando así varias de sus capacidades motrices; sin embargo, no ve a la enfermedad como un castigo, ella la considera una bendición. “He aprendido a valorar las cosas, los pequeños detalles de la vida”, dice.

Grace manifiesta que hay dificultades que, de superarse, mejorarían su calidad de vida. Dice que requiere parches de morfina para calmar sus dolores, pero asegura que no es fácil acceder a ellos. “Solo me han puesto uno (en el hospital Eugenio Espejo) y yo no puedo comprarlos porque son muy caros”, lamenta.

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El efecto paliativo de los parches es de tres días. Grace agradece a Dios que las quimioterapias han disminuido su dolor porque cree que sería difícil acceder a otro parche.

Indica que a más de la falta de medicamentos oncológicos tampoco ha recibido siempre buena atención por parte del personal de las casas de salud.

Andrea Casanova, reside en Ambato, ella asevera que en esta ciudad es difícil adquirir medicinas necesarias a más de que, para ella, atenderse en los hospitales del sistema público “ha sido una mala experiencia”.

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Señala que hay dificultades no solo para adquirir la morfina, sino también otros medicamentos que se utilizan en estos tratamientos, los cuales, conoce que, en algunos casos, deben ser traídos del exterior y tienen un precio elevado.

El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) reporta que el año anterior 63.104 personas murieron a nivel nacional a causa de diferentes tipos de cáncer. El de mayor mortalidad es el de estómago, con 1.570 casos.

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Alex Dávila fue parte de las estadísticas de quienes fallecen a causa de cáncer en el 2006. Su padre, Gustavo Dávila, luego de esa pérdida creó la fundación Jóvenes Contra el Cáncer, con el objetivo de ayudar a personas que pasan por la situación que enfrentó su hijo.

Andrea y Grace pertenecen a esta organización que contribuye a que los jóvenes enfrenten de forma positiva su enfermedad y no dejen de sonreír.

Dávila dice que debe reforzarse el concepto del “buen morir”, ya que quienes se encuentran en la última etapa de sus vidas merecen seguir siendo atendidos y deben recibir todo lo necesario para que, mientras continúen con vida, sientan el menor sufrimiento posible.

Agrega que en el 2011 se implementó un proyecto con el Ministerio de Salud, con el fin de que se mejore la atención a quienes enfrentan al cáncer.

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Este plan consistía en que pacientes de cáncer brinden talleres a todo el personal de unidades oncológicas con el fin de que, según Dávila, “recuperen la sensibilidad” y puedan ser más cálidos en su atención.

Este programa no fue renovado en el 2013 y tampoco este año; el trabajo que se realizaba se paralizó. “Si se hubiera humanizado en los hospitales de Santo Domingo o Quevedo quizás otra habría sido la situación de Juleisi”, lamenta Dávila.

Juleisi Chévez fue la joven virreina del cantón Buena Fe, Los Ríos, de 16 años, quien falleció el pasado 5 de septiembre luego de que recorrió dos hospitales públicos en los que, según su madre, Sonia Vélez, no recibió atención.

Tuvo que ser llevada a una clínica privada en donde la atendieron, pero a pesar de los esfuerzos, falleció. Ella padecía cáncer a los huesos.

Aproximadamente hace un año (el 16 de septiembre del 2013), Juleisi realizó, junto con otros jóvenes víctimas de esta enfermedad, una caminata a Carondelet para pedir al Gobierno Nacional que haya una mejor atención para los enfermos de cáncer en los hospitales, entre otros requerimientos.

Para Dávila la atención a pacientes con cáncer ha mejorado, pero “aún hay mucho por hacer”. “Una mamita debe endeudarse con un chulquero para costear la medicina que debe traer de España. En el hospital le dicen que no tienen en stock (la medicina), se agotó o compre en otro lado”, asegura.

Jonathan Santiana también lucha contra este mal. Tiene 23 años y lleva dos con esta enfermedad. Le detectaron un cáncer testicular que luego hizo metástasis en sus pulmones, corazón y abdomen.

Asegura que por los costos, los efectos secundarios y los pocos recursos con los que cuenta su familia, decidió abandonar las quimioterapias y probar con tratamientos alternativos (pastillas, recetas caseras).

Comenta que la atención en el hospital al que acudía era buena (Carlos Andrade Marín), pero siempre debía llevar dinero para comprar lo que haga falta para su tratamiento; además, no siempre había camas y tenía que esperar varias horas para las quimioterapias.

Jonathan pide cambios en los centros de salud. “Ya no quiero más quimios, pero deseo que haya (fármacos y tratamiento) para otros”. Estar en la fundación cambió su forma de ver la enfermedad, dice, y al igual que Grace y Andrea, no cree que su condición sea impedimento para cumplir sus sueños.

El pasado miércoles 10 de septiembre este Diario pidió al Ministerio de Salud información sobre las acciones que realiza ante los medicamentos paliativos para pacientes de cáncer. La respuesta fue que se gestiona el pedido, pero no llegó hasta el cierre de esta edición.

63
Mil personas, aproximadamente, murieron en el país por algún tipo de cáncer en el 2013, según el INEC.

Casi nunca hubo las medicinas o ha sido difícil conseguirlas, no solo ahorita, sino ya hace algún tiempo (...). No hay consideración para los pacientes oncológicos y sus familias”.Andrea Casanova Padece cáncer