Tiene 30 años, 400 libras de peso y, producto de su obesidad, desde hace tres ha empezado a sufrir los efectos –cada vez más adversos– de la diabetes mellitus tipo 2, una enfermedad caracterizada por la incapacidad del páncreas para procesar el azúcar en la sangre debido a una ingesta de alimentos superior a la necesaria.

María Rizzo, habitante del suburbio de Guayaquil, ha llegado a experimentar periodos cortos de ceguera debido a picos hiperglucémicos, como se conoce a los niveles súper elevados de azúcar en el organismo. Pero también, a causa de su peso, sufre de artropatías (lesiones de las articulaciones), problemas respiratorios, apnea del sueño (pausas en la respiración o respiraciones superficiales durante el sueño), problemas en la vesícula, colesterol e hipertensión.

Una mezcla peligrosa que la llevó a buscar ayuda médica en el área de endocrinología del hospital Abel Gilbert Pontón de Guayaquil, donde los doctores atacaron el problema de fondo: su excedente de peso debido a una malnutrición que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), puede resultar por una ingesta alimenticia deficiente, que conlleva a la desnutrición, o excesiva, que se traduce luego en sobrepeso.

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Hace 11 días, Rizzo fue sometida a un bypass gástrico, con el que se aspira a que en dos años pierda hasta el 70% de su exceso de peso, dice Miguel Lamota, cirujano bariátrico y metabólico del Abel Gilbert, quien atiende a unos cinco pacientes por mes con cuadros similares al de Rizzo. “Aquí hemos operado ya, con esa cantidad de peso, a dos pacientes. Todos vienen y lloran y dicen que no saben (por qué tienen sobrepeso), que es la tiroides, que es genético... pero todo es por la mala alimentación”.

Esa realidad que se vive en los hospitales se refleja en la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2011-2013, realizada por el Ministerio de Salud y el INEC, que evidenció una prevalencia de sobrepeso y obesidad del 62,8% en la población de entre 19 y 59 años, con mayor incidencia en mujeres (65,5%) que en hombres (60%). Los altos índices están ligados a factores nutricionales, como consumo excesivo de carbohidratos (el arroz es el principal) y grasas (29,2%), y un nivel de actividad física que se ubica entre medio (30%) e inactivo (15%).

Según la Ensanut, Galápagos es la región con mayor incidencia (75,9%) de sobrepeso y obesidad, seguida de Guayaquil (66,8%). Pero en general, 18 de las 24 provincias tienen prevalencias de exceso de peso en adultos por encima del 60%, es decir, “en el 70% del territorio nacional aproximadamente 6 de cada 10 ecuatorianos padecen de sobrepeso u obesidad”.

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En Galápagos, donde tres de cada cuatro adultos padece esta morbilidad, parte de los casos llegan al hospital República del Ecuador, que en agosto atendió a 69 pacientes con obesidad.

Su director (e), Federico Saviñón, dice que uno de los principales factores es el consumo de alimentos fritos y en la calle. “En Galápagos en casi todas las esquinas hay un lugar de comida, la gente opta por comer allí y no en sus casas”, cuenta.

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Una escena similar se vive en Guayaquil, en las avenidas del norte, centro y sur de la ciudad. Los locales ofrecen, al igual que en la región insular, principalmente arroz con menestra y carne, papas fritas, empanadas, pescado o mariscos y patacones. En los sitios de comidas rápidas: pizza y hamburguesas. En todas: bebidas gaseosas o artificiales.

Plantean impuesto a comida chatarra

El presidente Rafael Correa planteó la creación de un impuesto a la comida chatarra dentro de los llamados consumos nocivos, destinado a las “grandes cadenas”. Y afirmó que esos recursos irán a la atención médica de quienes se enferman por malos hábitos alimenticios.

“No solamente es comida chatarra la de las grandes cadenas porque tenemos comida que va a aportar gran cantidad de calorías, que nos va a subir el colesterol como la fritada, la longaniza, la salchicha, el caldo de salchicha, el bolón frito, los patacones. Son comidas llenas de calorías, de grasas saturadas...”, señala la nutricionista Narcisa Zambrano de Lecaro.

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Para dar un ejemplo, aunque los valores pueden variar según las porciones y la forma de preparación (si es asada, frita o al vapor), un arroz con menestra tiene aproximadamente 500 kilocalorías. En un hornado o una fritada unos 100 gramos de cerdo con grasa aportan unas 330 kilocalorías, pero si se le suma los chifles o el maduro alcanza las 500. Una hamburguesa simple aporta 250 kilocalorías, mientras una salchipapa entre 400 y 700 de acuerdo al porte.

En el caso de María Rizzo su obesidad empezó a los 10 años por la alimentación que recibía en casa. “Lo que comes de segundo en el almuerzo, eso era repetido en el café y la merienda. Era como un segundo (lo que comía) en tres ocasiones porque mi mamá trabajaba y eso era lo que dejaba y entonces ese fue el desorden desde muy pequeña”. Cuando salía comía lo que hubiera: hamburguesa, pizza, parrilladas en grandes porciones. En su familia todos tienen sobrepeso, dice, pero ella decidió operarse por sus hijos, de 3 y 9 años.

Otras enfermedades

Las crecientes tasas de sobrepeso y obesidad en el mundo, según la OMS, están asociadas a un aumento de enfermedades crónicas como el cáncer, las cardiovasculares y la diabetes. Y estas están afectando a las personas pobres y más vulnerables.

La diabetes es, desde el 2011, la primera causa de mortalidad en el país y el año pasado causó 4.695 muertes. Le siguen las enfermedades hipertensivas, que provocaron 4.189 muertes, según el INEC. El Ministerio de Salud estima que el tratamiento de diabetes, dependiendo del grado de la enfermedad, demanda anualmente entre $ 554 y $ 23.248 por paciente. Eso implica un gasto de $ 700 millones y a cubrirlo apunta el impuesto, ha dicho el gobierno.

La ministra coordinadora de Desarrollo Social, Cecilia Vaca, dijo el pasado lunes en Ecuavisa que el tributo no va pensado hacia la comida tradicional porque esta no es la variable que ha generado hoy sobrepeso y obesidad en la población. “No podemos comparar de ninguna forma el consumo de la comida chatarra, que es considera ultraprocesada, que tiene altos niveles de sal, azúcar y grasa, con la comida tradicional”, indicó.

Los especialistas consideran que la gente a la que le gusta esta comida no va a dejar de consumirla por un impuesto y que se necesita educar para saber qué comer, en qué cantidad y cómo preparar alimentos de forma saludable. Vaca sostiene que se trata de una política integral junto al nuevo etiquetado de alimentos y que se prevé una campaña “educomunicacional”.